Opinión

Cuidado con el pueblo

Bienintencionado urbanita, si es de los que se están planteando cambiar el asfalto por la pradera y dejar atrás las estrecheces en la colmena de hormigón para vivir aireándose sin cancelas, cuidado con el pueblo. El paso no es un subidón pasajero como un fin de semana en una casa de turismo rural en plan la familia que perturba al eremítico protagonista de "Los asquerosos", obra en la que Santiago Lorenzo aborda el asunto con afilada prosa y que merece la pena leer, también para ir avisado en el supuesto de que la decisión sea irrevocable. 

Tampoco esperen que lo reciban a la manera de "Bienvenido, Mister Marshall", película imprescindible del genial Berlanga, porque una cosa es tragar al forastero los fines de semana mientras se deja algún cuarto, como se presuponía que iban a hacer los americanos en Villar del Río, y otra la vecindad sin plazo. No es que la gente sea peor o el carácter más arisco, pero en un pueblo la costra de la rencilla se agarra a la piel durante años simplemente porque se refresca a diario. Por una rama en el camino puede haber más que palabras y no quedará más remedio que volver a tropezar porque hay que pasar. 

En Chantada, Víctor Fernández decidió dar el relevo en la granja familiar en vez de darse el piro como muchos jóvenes del rural gallego. Apostó por la ganadería ecológica de vacas de leche para cerrar el círculo produciendo yogures. Ayer su caso saltó a los teletipos con el amparo del Sindicato Labrego Galego. Su desvelo no es el bajo precio de la leche que impide cubrir costes de producción, como se podría presuponer cuando media un sindicato en una denuncia pública; ni la falta de ayudas para fortalecer la industria local impulsando una yogurtería, sino un vecino con malas pulgas y varios perros. Según la denuncia que ha presentado ante la Guardia Civil, el joven ganadero sufre el "acoso permanente" de un vecino de Villaguillulfe que "instiga" a su manada de canes para que ataquen al ganado . El sindicato critica la impunidad con la que se amenaza al ganadero y analiza la responsabilidad de las corporaciones de Carballedo y Chantada por una posible pasividad. Y este ganadero sí sabe cuánto mide un ferrado. El pueblo puede ser maravilloso. Y silvestre.  

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