Opinión

El cinco por ciento

En Cabana de Bergantiños había una curiosa manera de disuadir a las visitas que amenzaban con quedarse a cenar: "Vámonos para la cama que esta gente seguro que quiere marchar". El comentario espantaba hasta las ganas de comer. La perspicacia deslizada a modo de broma provocaba estampidas sin caer en la descortesía. 

Hasta hace nada, el tiempo que tarda en pasar tres décadas, en Galicia los entierros se celebraban como una sesión after hour en un desnucadero de moda, con la diferencia de que  la barra libre salía por la patilla. Con la llegada de los tanatorios, el duelo se fue pasando a la sesión de tarde, aunque las personas con más pasado se resistían por temor a ser la comidilla del pueblo, no vaya a ser que las malas lenguas digan que tanto no querían al finado porque lo dejaron solo en su última noche en el mundo de los vivos. 

El tanatorio representó una liberación para los deudos. Amortajar y vestir a un cadáver puede ser una tortura añadida al dolor por la pérdida y el invento se consolidó sin grandes reparos cuando alguien se ofreció a hacerlo con profesionalidad. En caso de que la parca llegase sin avisar, también se evitaba la faena de adecentar la casa a toda pastilla y preparar viandas con las que agasajar a los que se acercaban a dar el pésame. Costó más tiempo que cerrar el tanatorio y dejar al finado a solas toda la noche se convirtiese en costumbre.  Para consolar al abuelo, al principio se le echaba al tanatorio la culpa del candado. Y con la treta de que no está permitido, el personal le fue cogiendo gusto a descansar en su colchón en vez de soportar una noche toledana antes del entierro. 

La Región publicó esta semana que el 95% de los tanadorios de la provincia de Ourense cierran por la noche. Sorprende el 5% que guardan la vela. La asociación que representa a las empresas de servicios funerarios en Lugo estudiará la posibilidad de suprimir el horario nocturno para contribuir a la conciliación de los trabajadores y en Vigo están en funcionamiento las 24 horas, siempre que lo solicite la familia,  aunque las ocasiones en las que a este chófer de anécdotas le tocó ir de entierro tuvo que esperar en la puerta a que llegasen los deudos. Son del 95%.

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