Opinión

El miedo y la jeta

El ser humano es un bicho de lo más sorprendente. Puede cagarse de miedo por asuntos que, en cualquier caso, tendrá que resolver cuando llegue allá mientras afronta con despreocupación cuestiones terrenales con riesgo de acabar en una jaula. 

Ayer mismo, un colega estaba comentando en la coruñesa calle Real los tejemanejes sospechosos en las comunidades de vecinos cuando se acercó una buscavidas de la ramita de romero. Al decirle que tocaba en hueso con la superchería, la mujer blandió la amenaza del mal fario, ante lo que el colega se rascó el bolsillo. "¿Y tú no le das nada?", preguntó sorprendido. Ante la explicación de que resulta casi imposible creer en esta clase de patrañas cuando defiendes que la repentina invisibilidad de la Santa Compaña coincidió con el encendido de las farolas en los caminos de Galicia, la mujer decidió buscar a otro pardillo antes que tragarse la chapa. 

El colega siguió un rato con la gaita del mal de ojo hasta que regresó al también misterioso mundo de la división horizontal. Resulta que como la ramita de romero ha llegado tarde le ha caído la gracia de presidir la comunidad de vecinos. El marrón es considerable porque tocan reformas importantes, pero uno de los anteriores presidentes ya se ha pasado por su casa para sugerirse que si las cosas se siguen haciendo igual puede que alguno disfrute de las mejoras a un precio asumible mientras otros las apoquinan a tocateja. Y el tío no sabe qué hacer con la invitación al guateque de la corrupción. Las comisiones y los sobresueldos de la Gürtel, el caso de los ERE en Andalucía, las mordidas del 3% en Cataluña... Son casos a gran escala de lo que sucede a diario en una sociedad de ética laxa. Hay más canguelo por el 'simpa' del romero que por el trullo.  

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