Opinión

¿Y un estado de calma?

El ulular de las sirenas de las ambulancias aflora el sentimiento de fragilidad. La conviviente llega a casa con la cuenta de las que han atronado delante de la oficina y el miedo agarrado a los ojos. Los nervios nunca son buena compañía para encarar un problema y menos un virus invisible. La situación está muy chunga porque los que tendrían que aportar soluciones han entrado en pánico. Con el mismo número de camas y el personal sanitario castigado y sin refuerzos,  el esperado rebrote de invierno se va a afrontar con la misma receta que en marzo. Parece que en siete meses no han sido capaces de diseñar un plan alternativo al encierro. Que en París o Londres recurran a soluciones parecidas es consuelo de idiotas, aunque también demuestra que el desconcierto es mundial. 

 El vicepresidente de Castilla y León, el ciudadano Francisco Igea, anunció anteayer un toque de queda en la comunidad entre las nueve o diez de la noche y las seis de la madrugada. El personal de los establecimientos de alimentación estará encantado porque la mayoría continúa en el tajo a esa hora y la gente no llega a casa teletransportándose. Finalmente será a las diez, aunque ya sabemos que la "situación es cambiante". Sucede cuando pones a los médicos a ejercer de teleoperadores para rastrear los contagios en vez de consultar esas patologías previas que después aparecen en el parte de bajas por covid-19.

País Vasco, Asturias, Extremadura, La Rioja, Cataluña, Navarra, Castilla-La Mancha y Melilla ya han solicitado al Gobierno central el estado de alarma para frenar el copeteo nocturno. En algún chalé habrá posibilidades de negocio con cena, copa, ducha y desayuno porque la pillería acostumbra a ser inconsciente. Con más críticas que flores en este folio, hay que reconocer que Alberto Núñez Feijóo está actuando como un dirigente sensato. El presidente gallego avaló las restricciones nocturnas "si es preciso" –en los concellos ourensanos de O Carballiño, O Irixo y Borborás ya se están aplicando las medidas más duras de toda España–, pero insistió en pedir una ley para evitar el estado de alarma o toque de queda "generalizado" y que permita "decisiones proporcionadas" en función de los contagios de cada territorio. Urge un estado de calma. 

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