Opinión

Estado de culpa

Que toda la sociedad occidental se encuentre en jaque por la pandemia de covid-19 es consuelo de idiotas. La propagación del coronavirus no se detendrá sólo por el toque de queda en todo el Estado como solicitó por sorpresa la Comunidad de Madrid. El presidente Sánchez enfrió desde Roma una medida que Francia instauró en París y otras ocho grandes ciudades después de que el ministro Salvador Illa vinculase el toque de queda a la reedición de un nuevo estado de alarma. 

El estado es de culpa. Llevamos siete meses enredados en la discusión de fórmulas legales y normativa confusa para contener la pandemia. Cada parque cerrado es un monumento a la contradicción, como cuando se decidió en la desescalada que el personal saliese a la calle en masa durante una franja horaria inflexible. Como no hay un protocolo infalible –ni en Madrid ni en París ni en Londres, Roma o Berlín, porque los países orientales se toman en serio cualquier amenaza que proceda de China– los meses han ido sucediéndose hasta que el otoño se presentó con puntualidad. Los señalados como culpables de los contagios han variado al ritmo de las estaciones. Primero fueron los madrileños que salían de vacaciones, después se apuntó a la hostelería y al ocio nocturno. La mayoría de jóvenes motorizados, como los de A Mariña, que salen de rumba en la tierra de la dispersión poblacional y el botellón en las ciudades se situaron bajo el foco, y ahora le toca cargar con la losa a los universitarios. No se libran ni los velatorios ni la familia. 

Javier Puente, gerente del área sanitaria de Vigo, achacó el repunte de casos al encuentro de familiares con motivo del puente del Pilar. No se necesita un estudio científico para darle la razón, como al médico que durante un velatorio se pasó horas advirtiendo al personal de que se puede dar un pésame sin abrazos y que no es recomendable permanecer más de quince minutos compartiendo aire en un recinto cerrado. Fue considerado un aguafiestas. Hay abrazos que pueden asfixiar y fiestas que acaban en ruleta rusa. La curva descenderá con el estado de alarma y el toque de queda, pero será un parche temporal hasta que asumamos que todos podemos ser víctimas y culpables al contagiarnos y contagiar. 

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