Opinión

"Ferro a fondo e fe en dios"

El radar de la Guardia Civil ligó el pasado 26 de octubre a un residente en Ourense de 30 años pilotando a 191 kilómetros por  hora en un tramo de la autovía AG-54 que en ese momento estaba limitado a 80 por obras que cortaban uno de los dos carriles en el kilómetro 2,1 a la altura de Lugo. Como el conductor reconoció el exceso de velocidad en el juicio, también rápido, la pena se quedó en ocho meses de multa y privación del permiso de circulación durante diez.

Las obras, como unas condiciones meteorológicas adversas, impiden cualquier defensa de zapato veloz, pero en una autovía resulta  bastantes más peligroso las distracciones o estar continuamente pendiente del cuentakilómetros para no pasarse –el limitador puede causar colisiones durante los adelantamientos– que las altas velocidades que mantienen alerta al conductor. “A 110 en una autopista te duermes”, se quejó Fernando Alonso cuando el Gobierno de Zapatero redujo temporalmente en 2011 la velocidad permitida para ahorrar en la factura energética ante el elevado precio del petróleo por las revueltas en el mundo árabe. No hace falta haber llevado un Fórmula 1 o tener la pericia de Alonso para comprar el razonamiento del piloto asturiano. Con la estabilidad de los coches actuales incluso a 120 kilómetros por hora la vista se aparta sin querer de la calzada para detenerse en ese punto en el horizonte o en la piscina de una casa que no se repararía si las exigencias de las conducción son mayores.  Otro asunto son las vías urbanas y secundarias, pero en los puntos de más riesgo no suele apostarse la patrulla porque la recaudación sería bastante inferior y los excesos de velocidad en una nacional limitada a 90 ni suelen acarrear pérdida de puntos.  

El pie se vuelve menos pesado a medida que se van cumpliendo años. Los que practicaban una conducción de vértigo con las canas levantan hasta alegre, pero los que eran timoratos de jóvenes acaban en amenaza de colisión por lentos. La prudencia es rápida. Con el volante nos sucede algo parecido al aprendizaje de inglés: mucha gramática pero poca práctica. “Ferro a fondo e fe en dios”, se animó una colega consciente de sus limitaciones antes de examinarse. Nunca más cogió un coche. Puede pero no sabe. Fe en sí misma.

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