Opinión

Un fracaso colectivo

Un boticario del coruñés barrio de Monte Alto se ha visto obligado a instalar una cámara de videovigilancia que encañona a la clientela sin disimulo. "Me fastidia, pero desde que la he puesto me han dejado de robar", confesó con gesto de hastío a una mujer que le acababa de reprochar la falta de intimidad, sobre todo cuando se necesita adquirir algún fármaco delicado. "No será para tanto", insistió la señora. El boticario detalló que en este mundo hay demasiada gentuza que aprovecha el mínimo despiste para sisar cualquier producto depositado en el mostrador con la sana intención de darle salida.    

Cuenta este periódico que la policía detuvo ayer en Ourense a un tipejo que se dedicó a plantar fuego a tres contenedores en pleno centro de la ciudad. Los bomberos han tenido que actuar hasta ocho veces en tres días con el resultado de seis contenedores calcinados y un porrón de dinero público quemado. El detenido cometía las fechorías encapuchado para no ser descubierto, pero los agentes pudieron identificarlo gracias a las imágenes captadas en una tienda de la calle Concejo.

El momento 'orwelliano' que estamos padeciendo espeluzna, pero una sociedad que necesita que sus calles estén plagadas de cámaras y sistemas de grabación para evitar robos o destrozos en el mobiliario urbano es un fracaso colectivo. Quizá por estos pagos no tengamos remedio. Si la peña no es capaz de contener la tentación de mangarle al descuido una crema de aloe vera al boticario, tampoco es de extrañar que el que tiene la potra de pisar moqueta decida robar a manos llenas nada más se le presenta la ocasión. La clase política espejea lo mejor y lo peor de los ciudadanos que representa. Y es igual de indecente robar un pastón que sisar una crema. 

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