Opinión

Fracaso colectivo

"En cuanto me dejen daré todos los besos y abrazos que tengo pendientes", comenta un mozo en el telediario al ser preguntado por la indiscutible distancia social para mantener el riesgo de contagio de covid alejado. No dice "en cuanto se pueda o cuando sea seguro". El personal asocia la  solución a la pandemia que descoloca a la especie más sobona con prohibición. Diez meses después de empezar a contar muertos seguimos cometiendo errores parecidos porque se ha apostado por la tutela y la multa en vez de percutir por la vía de la autogestión responsable. Podría ser igual de efectiva o más.

A mediados de agosto, Sántiago Pérez Cachafeiro, médico de familia y miembro del Grupo de Enfermedades Infecciosas de la Asociación Galega de Medicina Familiar e Comunitaria (Agamfec), alertó del "despotismo pandémico" a través de un comunicado: "El covid-19 es una enfermedad de transmisión social que tiene que ser abordada mediante intervenciones sobre la sociedad, no con medidas restrictivas que la población busque cómo saltarse. Hacen falta otro tipo de expertos, sociólogos, antropólogos y comunicadores que ayuden a los epidemiólogos a proponer medidas aceptables socialmente y no clínicos que consideren a la población como un conjunto de seres inmaduros que solo responden a medidas coercitivas, que por otro lado son las más fáciles de tomar por la clase política". Cinco meses después, el diagnóstico sigue tan vigente como la propagación del coronavirus y el incremento diario de bajas. El estado de alarma es un fracaso como sociedad tanto si afecta a España, Italia, Francia, Alemania, Portugal o Reino Unido. 

Mientras en los hospitales continúan ingresando pacientes y la amenaza de colapso ha dejado de sonar a fogueo, en Galicia se recetaron el fin de semana 635 sanciones por no respetar las medidas. En todas partes sucede lo mismo. El cocido con colegas de escaqueo, el desfase en discotecas, los altercados por el botellón "interruptus" o las protestas negacionistas calientan la mano de los que gestionan los exhaustos recursos. Núñez Feijóo cierra la hostelería de Galicia, el comercio no esencial a las 18 horas, los centros comerciales el fin de semana, los gimnasios y limita las reuniones a convivientes. El fracaso es colectivo.

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