Opinión

Franco y el bedel, Casares Quiroga y el balcón

V erano de 2017. El dictador Francisco Franco y el presidente de la II República entre los meses de mayo y junio de 1936, Santiago Casares Quiroga, continúan generando noticias frescas. La Comisión pola Recuperación da Memoria Histórica da Coruña (CRMH) denuncia que la Fundación Francisco Franco es la encargada desde hace meses de gestionar las visitas al Pazo de Meirás. Y aunque no es ilegal que el patronato se ocupe de hacer de bedel en cumplimiento del régimen de visitas tras la declaración de Bien de Interés Cultural, a la CRMH no le parece ético. Reclama que sea el Concello de Sada quien abra la puerta a los curiosos para evitar la tentación de que la fundación haga apología del franquismo. Lo importante no es quién haga de bedel, sino que el patronato no vuelva a recibir un can de los fondos públicos, como sucedió durante el Gobierno de José María Aznar. 

A finales del mes de junio, la Delegación del Gobierno en Galicia decidió meterle mano a un tema de importancia capital para las futuras generaciones. Denunció en el juzgado al Concello de A Coruña porque en el balcón de la Casa Museo Casares Quiroga cuelga una bandera republicana. Como lo leen. Argumenta que la Ley de Símbolos prohíbe pendones no constitucionales en edificios públicos. El rebelde Concello de A Coruña le ha respondido que sí, que está muy bien la denuncia, pero se trata de un museo dedicado al republicanismo y sus valores desde 2007 por iniciativa de Francisco Vázquez, el socialista más popular, y quizá podrían dedicar el tiempo a revisar otras cosas de mayor calado. Además, en la casa del número 12 de la calle Panaderas en la que nació la actriz María Casares, hija del político, la corporación municipal no realiza actos institucionales. Ya sólo falta que la Asociación de Viudas de Lugo se sume a la fiesta, como cuando denunció a José Manuel Sande, concelleiro das Culturas, por un cartel del Entroido en el que se recreaba a un fulano pimplado con la vestimenta de un Papa.

Y así seguimos, anclados en el siglo pasado, que no es lo mismo que conocer la historia para que no se vuelva a repetir. Menos mal que el  exceso de nostalgia por parte de los dos bandos no parece contagiar a las generaciones que dentro de unos años les tocará dirigir el cotarro. 

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