Opinión

Humo, incienso y pesas

Unos cuantos colegas –mujeres y hombres– a los que no conviene cabrear por cuestión de tamaño y forma física llevan desde el miércoles con las endorfinas revolucionadas por el cierre de los gimnasios. Argumentan que es un disparate la clausura de los centros deportivos ordenada por la Xunta para contener la tercera ola de covid mientras los estancos son considerados servicios esenciales. "Ahora le explicas a un niñ@ que fumar es malo y el deporte es bueno para la salud", repican en las redes sociales con una imagen en la que el Gobierno de España carga con la decisión, aunque también es cierto que durante el confinamiento duro de la pasada primavera los estancos permanecieron abiertos y hasta la ministra de Hacienda y portavoz, María Jesús Montero, estuvo a media calada de recomendar que los niños acompañasen a los padres a comprar tabaco después de pasar por el súper cuando sucedió el follón por el permiso concedido para que los cativos pudiesen poner un pie en la calle. 

El queme es comprensible en la carrera a muerte contra un virus que afecta al sistema respiratorio, pero el vicio no atiende a la razón y la abstinencia puede arrastrar a cualquiera hacia la locura. Tanto si es la Xunta la que mantiene los estancos abiertos como si es el Gobierno central el que lo consiente, no obedece a que tengan bula gubernamental ni a que las multinacionales de los humos nocivos unten a los que están al mando; se trata de evitar un incendio social. Cuando José Luis Rodríguez Zapatero prohibió acertadamente el fumeteo en bares y espacios públicos sólo se salvaron del cumplimiento de la ley las cárceles y los hospitales de salud mental. Candar los estancos durante el confinamiento o el "semiconfinamiento" actual de Galicia sería de pirómanos. 

Otra de las razones de la combustión anímica de los deportistas aficionados apunta a que las iglesias mantienen el servicio de culto con aforo limitado mientras en los gimnasios no se contempla la reducción de los juegos de pesas. Y en este punto poco o nada se puede objetar al mosqueo por unas medidas que prohíben quemar calorías en un gimnasio mientras permiten incensar a los fieles en un templo. Los que entrenan la fe dicen que la misa también libera endorfinas. Dicen. 

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