Opinión

La caca del can de Ortega

A finales de agosto, 'La Opinión de A Coruña' publicó en una sección en la que recopila curiosidades de la ciudad que Amancio Ortega se había agachado para recoger la caca del chihuahua que pasea habitualmente. Los inclementes centinelas de la calidad periodística se lanzaron a las redes sociales para ajustar el enfoque de la información sobre el acto de civismo del fundador y accionista mayoritario de Inditex, como también hizo algún medio digital, además de mezclar en la crítica deposiciones de can, salarios y condiciones laborales en los talleres, con el resultado de un traje que también podría aparecer en esa sección llamada 'si no lo leo no lo creo'. Cargó la tecla desde la  monja 'influencer' hasta un alcalde del centro de Galicia. 

Independientemente de la simpatía que puedas sentir hacia Ortega o hacia su modelo de negocio, los gestos son importantes para concienciar al personal, tanto como las multas disuasorias. Quizá alguno haya seguido el ejemplo al saber que se agacha uno de los grandes millonarios del planeta. Con uno que lo haga ya es un excremento menos en la calle. En la Vuelta a España que llega a tierras ourensanas los ciclistas acostumbran a desprenderse de los bidones vacíos y del envoltorio de los suplementos energéticos en cualquier cuneta. Es un mal ejemplo para el aficionado, sobre todo si a los pocos segundos el mismo ciclista que acaba de arrojar el bidón al barranco se acerca al coche del director de equipo para que le guarde las gafas de sol. Claro que cuestan una pasta gansa.  Son pocos los corredores que guardan en el maillot los desperdicios, pero sería conveniente fijarse en ellos y en ventilarlo públicamente para cambiar la costumbre. Los gestos son muy potentes y mostrarlos también es fundamental. 

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