Opinión

La masa, madre

Un compañero de piso durante la etapa universitaria decidió abandonar los estudios de Derecho para cumplir sus sueños en vez de satisfacer los de su padre. El progenitor quería un hijo notario, el chaval sólo aspiraba a ser panadero. "Es que me fascina ver crecer la masa en el horno y pensar en la cara de la gente cuando se alimente con el pan hecho con mis manos", comentó la mañana que anunció que teníamos que buscar a otro estudiante para ocupar la habitación que dejaba libre porque él no se veía con toga y mucho menos en una notaría.

A pesar de haber superado los dos primeros cursos con bastante facilidad, recogió los bártulos con más alegría que cuando invitó a una juerga por haber aprobado un hueso como Derecho Romano. Nunca regresó de visita para contar cómo se lo había tomado el padre pero, dos décadas después de aquella decisión difícil de comprender para cualquiera que anteponga un título a la realización personal, se presupone que hoy es un panadero feliz en Asturias, independientemente de estar en el tajo cuando el personal plancha la oreja.

La historia sí regresó ayer al entrar este chófer de anécdotas en un moderno despacho de pan en el que un consumidor corriente necesita una guía para no fallecer de indecisión. "¿Qué tipo de pan quiere?", preguntó la dependienta mientras señalaba unos estantes en los que las barras y las bollas se parecían aunque, según explicó, la única característica común es que estaban hechas con masa madre. Madre mía con la masa. La media bolla en este teatrillo hipster salió por 1,48 euros y ya le gustaría parecerse al pan que se elabora en los hornos ourensanos de Cea, aunque sea con levadura de origen industrial.

Con la masa madre nos la están colando hasta atrás. Está bien recuperar la tradición, pero lo más importante es la harina que se utiliza. Hace unas semanas en León, una dependienta juró durante varios minutos que las barras que vendía llegaban cada mañana desde Camariñas y, por su puesto, estaban hechas con masa madre. Al descubrir el origen del cliente resultó que de Camariñas ya sólo era el panadero.

El compañero de piso que abandonó la carrera fue un auténtico visionario. Se estará forrando viendo crecer la masa, madre.

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