Opinión

La pantalla y la bandera

En Vigo ya son unos cuantos los colegas que en caso de tener prisa evitan la rotonda de la calle Rosalía de Castro en la que el alcalde, Abel Caballero, ha chantado una pantalla LED de 360 grados como señal de progreso. Prefieren dar un rodeo y no por temor a 'esnafrarse', como sería lógico cuando alguien conduce con un ojo en la pantalla y otro en la carretera, sino por el canguelo ante la posibilidad de que la policía local los cace pasados de revoluciones o en una maniobra que no consideren prudente. 

Para evitar tentaciones a amigos de lo ajeno o a enemigos de lo público, que aunque no es lo mismo el resultado es parecido, al Concello no le ha quedado más remedio que reforzar la vigilancia en ese punto, como sucedió hace un par de años con el barco 'Alfageme' instalado en la rotonda de Coia, aunque por el rechazo de los vecinos.

La pantalla gigante no ha recibido grandes críticas. Argumentan los colegas más cínicos que mientras los municipales permanecen plantados en la rotonda de Rosalía de Castro no patrullan en otros puntos más conflictivos. También que se trata de un gasto innecesario para las arcas municipales. En A Coruña, con motivo de las festividad del 12 de octubre de 2005, el alcalde Francisco Vázquez izó una bandera de España de unas dimensiones descomunales entre las playas de Riazor y del Orzán. El gesto del socialista más popular fue tomado como una provocación incluso en las filas de su partido. Mientras el presidente Zapatero intentaba encontrar un encaje a Cataluña, el alcalde coruñés se envolvía en una bandera gigante de España.

Ante la intención de "quemar la bandera" confesada en varias pintadas, Vázquez decidió que la policía municipal custodiase la enseña las 24 horas del día. El coste de la protección se calculó en unos 7.000 euros al mes, según las fuerzas de la oposición en el palacio de María Pita. El viento tumbó la megalomanía meses después y Zapatero le encontró a Vázquez un retiro dorado y espiritual como embajador de España ante la Santa Sede. Cuando Javier Losada, el sucesor en la Alcaldía, decidió restituir la bandera sin que nadie la echase en falta, añadió una gallega de dimensiones iguales. Ya nadie se fija en ellas.

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