Opinión

Lolo y el hambre

Él, que nos mató la sed tantas veces, y no precisamente de agua sino más bien de champán como el poema de Pedro Luis de Gálvez o hasta donde alcanzase la calderilla que ni se molestaba en contar, se ha puesto en huelga de hambre para que le permitan seguir detrás de la barra. Lolo Villaverde lleva 35 años abriendo su Área Crítica en la noche del Orzán coruñés y desde hace cuatro días recoge firmas en la puerta de su local, "con licencia de café-bar especial", para que a estos establecimientos no se les considere ocio nocturno en la orden de la Xunta, "porque no tenemos nada que ver", señala.

Durante tres décadas y media ha despachado consumiciones en todas las franjas horarias y en la actual situación de pandemia reclama que le dejen abrir de diez de la mañana hasta la una de la madrugada, recortando cuatro horas al horario de las cinco de la mañana que reza su licencia. Tras permanecer seis meses con el garito candado "y los dos últimos casi sin ayudas", el hambre acaba llegando incluso sin hacer huelga, pero al menos quiere que se visibilice el drama que están sufriendo él y muchos hosteleros. 

Su situación, sobre el papel, sería menos compleja de resolver que el desafío de la multinacional Alcoa a los gobiernos central y autonómico, que al menos continúan de la mano para no dejar a A Mariña lucense a la deriva y mantener operativa la única planta de aluminio primario de todo el Estado, pero no existen medidas infalibles ni un consenso claro para contener los contagios de covid-19 y las administraciones comienzan a alarmarse ante un otoño que puede colapsar el sistema. 

Con camas en la UCI y respiradores suficientes se podría apelar a la responsabilidad individual para evitar  contagiarse y contagiar a los demás en vez de reclamar multas de hasta 1.200 euros como acaba de hacer el alcalde de Santiago, Xosé Sánchez Bugallo, a la Xunta como solución para aplacar la parranda en los pisos particulares, disparada con el inicio del curso universitario. El 5 de octubre comienza la campaña de vacunación contra la gripe en Galicia, fundamental para mantener los hospitales despejados. Sorprende que el 35% de los mayores de 65 años pasó de hacerlo en 2019. Suicidas sin hambre. 

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