Opinión

La militancia del Clic

Antes de que la pandemia de covid-19 virase el rumbo de lo previsto, Pablo Iglesias estaba entusiasmado porque Antón Gómez-Reino podía convertirse en el primer candidato en hacer parte de la campaña electoral por videoconferencia. El presidente de la Xunta había fijado las elecciones para el 5 de abril, siguiendo la estela del lehendakari Urkullu que comenzó el socialista Emilio Pérez Touriño en 2009 y dio a Feijóo su primera victoria por mayoría absoluta, y el adelanto de unos meses respecto al límite legal coincidía con el alumbramiento en Argentina de la hija del candidato de Galicia en Común. Pero como eran días de ilusión por tocar Gobierno y de tomar medidas al cargo, nadie podía prever un sopapo como el recibido el 12 de julio, sobre todo porque en la repetición de las generales de noviembre del año pasado Galicia en Común recibió 186.260 votos que le permitieron a Gómez-Reino mantener el escaño en el Congreso por A Coruña y a la ferrolana Yolanda Díaz acta por Pontevedra y ministerio.

El apoyo era muy inferior a los 408.370 votos logrados en las generales de 2015 que le concedieron seis diputados, pero para las gallegas volvían a contar con el refuerzo de Anova y de las mareas municipales, como en el techo electoral que incluso propició representación por Ourense durante unos meses a través de David Bruzos. Galicia en Común y compañía sólo sumaron 51.223 votos. Situar a Gómez-Reino como cabeza de cartel obedecía, según la formación morada, al criterio lógico de contar con muchos más militantes que los acompañantes en la papeleta. Las primarias del PP que encumbraron a Pablo Casado tras la renuncia de Feijóo a pilotar el partido desmontaron el mito de los 101.000 militantes en Galicia y un millón en el Estado, las elecciones gallegas aclaran dudas sobre la militancia del clic que pone o quita candidatos según lo caliente que esté la mano en ese momento.  

La maniobra de Pancho Casal ocupando como heredero de En Marea el espacio televisivo  que en justicia correspondía a Gómez-Reino resultó la puntilla para un proyecto que desde el jaleo de Paula Quinteiro parece condenado a mirar el futuro a través de un retrovisor. La militancia cuando termina el mitin recoge hasta la migas, como hace la del BNG.

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