Opinión

Ni su tío lo salvó

Para muchos socialistas gallegos, incluso entre los que lo apoyaron hace cuatro años para alcanzar la secretaría xeral, Gonzalo Caballero “tiene un problema de comprensión lectora en clave electoral”. Hace un año y cuatro meses los gallegos le indicaron en los comicios autonómicos que su proyecto seducía menos que el de la nacionalista Ana Pontón y no dimitió; la militancia le dijo hace once días en las primarias que prefiere confiar el rumbo del partido a Valentín González Formoso e insiste en continuar de portavoz del grupo parlamentario; Ferraz acaba de destituir al comité organizador del congreso designado por el líder despeñado y sus fieles reciben al nuevo jefe acusándolo públicamente de entrar promoviendo “purgas en el PSdeG en vez de sumar”. Sucede que la nueva dirección no se fía y la anterior no le da motivos para hacerlo.

Se equivocará el que piense que la tensión interna menoscaba la moral de Caballero. Da igual que los gallegos no lo hayan respaldado dos años después de que Pedro Sánchez firmase el hito de derrotar por primera vez al PP en Galicia y del poder municipal conseguido; tampoco importa el resultado de las primarias, Caballero sigue “con fuerza y ganas en el compromiso de cumplir con los gallegos”, según manifestó ayer. Se atribuye una representación que no le pertenece porque quedó como tercera fuerza del Parlamento con el PSOE gobernando en Madrid y las primarias las perdió Gonzalo en vez de ganarlas Valentín a la vista de los datos. En el anterior proceso interno Caballero ganó en todas las ciudades excepto en Vigo, en el reciente perdió en todas excepto en Vigo. Y Formoso nunca había buscado proyección más allá de la Alcaldía de As Pontes y de la presidencia de la Diputación de A Coruña.

Caballero no ha sabido gestionar la derrota en las autonómicas ni sobreponerse con un discurso aderezado de humildad y autocrítica. Prefirió apuntarse el mérito de las generales y municipales y repartir la culpa en las autonómicas hasta que los que se van a jugar las alcaldías en poco más de un año decidieron descabalgar al timonel. Ni su tío lo salvó. “En el fondo, Gonzalo vuelve a su hábitat natural, que es la trinchera, y se atornillará aunque acabe oponiéndose a sí mismo”, resume un veterano militante.

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