Opinión

El nombre del conductor

Con los sucesos pasa como con las esquelas. Hay lectores que comienzan el periódico por estas secciones y otros que directamente las saltan o no escarban más allá de la letra gorda, a no ser que lo sucedido impresione o toque más o menos cerca. En la sección de sucesos trabajan compañeros con habilidad para zancadillear el ánimo con una coma o clavar el acento en el lagrimal –inevitable añorar al fallecido maestro José Luis Alvite–, pero el perpetrador de este folio suele asomarse a estos textos más por interés literario que por curiosidad ante las desgracias ajenas.

También hay informaciones de sucesos que aprietan un corazón de mármol por el tamaño del acontecimiento o por la fecha. La muerte de siete personas al despeñarse un autobús que hacía la línea Lugo-Vigo en un viaducto de Cerdedo-Cotobade sucedió poco antes de que el personal se sentase a la mesa por Nochebuena. El conductor y una pasajera resultaron heridos. El operativo de rescate con unas condiciones muy adversas resultó ejemplar, como la recuperación de los cadáveres o del autobús para una investigación cuya conclusión parece llovida.

Hace dos días, un colega de la infancia lanzó una reflexión para los medios que recoge el periodista que más lo compromete con las llamadas: “Este mensaje es para la prensa de aquí y de más allá. Hoy parece que se hace la recreación del accidente con la presencia del conductor. No queremos saber su nombre, ni el de su familia, ni dónde vive, ni ver su foto. Dejad a este trabajador como nosotros en paz, sólo queremos que se sepa el motivo para evitar otra desgracia”. Parecía exagerado. Aunque este periódico no dio el nombre, alguno sí lo ha hecho. El conductor dio negativo en el test de alcohol y drogas. Poco más que añadir. 

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