Opinión

Opiniones y complejos

La euforia cambia de bancada como en un partido de fútbol sin gobierno. La moción de censura contra Mariano Rajoy por la sentencia del caso Gürtel reanimó a un PSOE en el que no prendía el optimismo del renacido Pedro Sánchez, se abrió un claro por Cataluña y pareció mandar al PP a la lona. Pero Sánchez carece como presidente de la audacia que mostró como candidato a recuperar la silla de Ferraz. En vez de convocar elecciones, como había prometido en la tribuna del Congreso, y sorprender al PP en estado de abatimiento, presentó un Gobierno pintón, le tomó las medidas a la Moncloa, desenterró nostalgias con el anuncio de sacar los restos de Franco del Valle de los Caídos y salió a practicar inglés para escabullirse de los marrones del cargo a golpe de tuit. 

La tensión territorial seguía ahí y no sólo en Cataluña, como se ha visto en las elecciones andaluzas. Ayer, en un acto para celebrar las cuatro décadas de la Constitución, deslizó que incluso Felipe VI estaría dispuesto a suprimir la inviolabilidad del rey. A las horas fue corregido por el PSOE argumentando que "sólo es la opinión" de su líder. Un presidente tendría que ordenar en vez de opinar, pero también José Luis Ábalos le puso la proa a Susana Díaz  el lunes y el martes tuvo que desmentirse. 

El PP ahora lo tiene claro y juega con dos barajas. Sin complejos. Cuando le atacan por la extrema derecha se defiende por la extrema izquierda. Aznar está de regreso con sus chicos, Pablo Casado y Santiago Abascal, para que lo que pesque Vox no se le escape al PP. Casado ya ofrece consejerías en Andalucía en una suerte de ensayo. Y en medio de esta corriente recentralizadora, el PP gallego se desmarca de las extravagancias como un equilibrista con red y sin Vox. Al menos hasta ahora. 

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