Opinión

Permiso para vivir

Un guardia civil confesó en un control durante las semanas de confinamiento severo que las pasaba canutas para meter en cintura a la gente mayor. "Están siendo los peores. A uno le dije con toda la amabilidad posible que tenía que quedarse en casa por su bien y me respondió que había pasado la Guerra Civil española, la Segunda Guerra Mundial, el franquismo y varias crisis mundiales como para que un picoleto ahora le diga lo que tiene que hacer o de qué no puede morir. Me dejó sin respuesta".

Los dos tienen razón. En vez de mostrar a la peña postrada boca abajo y respirando con ayuda de máquinas, nos animaron a hinchar globitos y colgar banderolas en las ventanas como si la pandemia de covid-19 fuese una fiesta para entretener a una ciudadanía párvula. Montan verbena y te obligan a quedarte en casa, pensaría el anciano que se encaró con el benemérito. En los balcones se cantaba con alegría 'Resistiré' mientras la muerte bailaba en los cementerios para desconsuelo del que ni siquiera pudo despedirse del ser querido. 

La respuesta del personal al confinamiento, excepto casos aislados pero amplificados hasta límites que rozan la caricatura, ha sido ejemplar y adulta. Pero continúa el tutelaje. Esta misma semana, un policía local de A Coruña paró a una mujer a las ocho de la mañana en el solitario paseo marítimo para recordarle la obligación de llevar mascarilla. "Parece que está muy aburrido", le soltó ella. "No hay nadie en todo el paseo y sé cuando tengo que ponérmela, ¿o se cree que me quiero contagiar?". 

Los dos tienen razón también. Al agente sólo se le puede achacar el celo y la mujer respetaba escrupulosamente lo que dice el decreto de la nueva normalidad. Un estudio de modelización de las universidades de Cambridge y Greenwich demuestra que con el uso de mascarillas y confinamientos puntuales se puede evitar un rebrote sin tener que encerrarnos otra vez en la colmena. El presidente Núñez Feijóo ha sido el primero en plantear que el estado de alarma decaiga en Galicia el lunes y, aunque las reservas de la oposición pueden ser comprensibles en un contexto electoral, no hay datos hospitalarios para no volver a vivir sin tener que pedir permiso. Otra cosa es sonreír. El miedo es prudente. 

Te puede interesar