Opinión

La queja está de ronda

Esto no tiene remedio, se va todo al carallo", comentó a modo de saludo un vecino que siempre fardó de haber nacido con la luz pagada hasta que sus nietos acunen nietos. Como la pandemia de covid-19 ha cortocircuitado negocios que parecían inagotables para un puñado de generaciones, el chispazo de compasión fue repentino: "Si tienes algún problema y hasta donde pueda llegar..." La mano tendida le sentó como una colleja al despiste. "No lo digo por mí, que ya sabes que no tengo problemas, pero la economía no se recuperará de esto". Algo similar había augurado con la crisis financiera de 2008 en la que puso mucho empeño en la costumbre de ir al bar a quejarse por solidaridad, sólo que ahora los garitos están cerrados en las siete grandes ciudades y otros 53 concellos de Galicia. 

La hostelería continúa con su calendario de protestas, como sucedió ayer en Ourense, y sí tiene motivos para quejarse, al menos hasta que las ayudas prometidas por la Xunta compensen el agujero en la caja. La queja está de ronda. La oposición se queja de la lentitud de la Xunta, la Xunta se queja de la apatía del Gobierno central mientras reclama a las administraciones locales que colaboren con la cuenta y las corporaciones municipales, dependiendo del partido al mando, se quejan de la Xunta o del Gobierno central. 

Hay peña que las está pasando canutas y tiene justificación para el queme, pero que el ferretero del barrio se queje porque la larga cola que cada día se forma a la puerta de su establecimiento no le deja un respiro para desempaquetar la mercancía quiere decir que detrás del mostrador hay un tornillo suelto. Los estragos de la pandemia, aunque la vacunación comience a principios del próximo año como sigue pronosticando sin ahorrar optimismo el ministro Illa, tendrán un recorrido largo como las colas de los comederos sociales que van ganando metros. La economía se recuperará como la Bolsa ante el anuncio de una vacuna, pero el confinamiento, el estado de alarma, el toque de queda, el paro, la pobreza inesperada y la soledad han trizado las esperanzas de una generación que siempre tuvo agua caliente y nunca pensó que cargaría con una adversidad del tamaño que soportaron los que ahora se están muriendo sin quejarse. 

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