Opinión

La revuelta del sulfato

Aquilino anda con un cabreo considerable. Y no es para tomárselo a coña, según los que han probado su mala leche. Le importa una bosta que Alberto Núñez Feijóo deshoje la margarita cada mañana para decidir si se va a presentar a las elecciones gallegas y cuando parece que ya es sí, dude al entrar la tarde y al caer la noche se muestre casi convencido de que esta vez va a ser no. Que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias puedan acabar encamados en La Moncloa para cornear a Albert Rivera y a Mariano Rajoy en el mismo viaje le preocupa bastante menos que sus patatas y la plaga de escarabajo.

Resulta que los chupatintas de la Unión Europea le obligan desde el pasado mes de octubre a sacar un carnet para sulfatar a la manera que lleva haciendo desde que es un cativo como le enseñó su padre. A esgalla, vamos. A él, que tiene las manos como pies de cerdo de tanto arar la tierra, le dicen ahora desde una oficina que es necesario examinarse sobre qué cantidades mezclar para que el pesticida no sea perjudicial para la salud y el medio ambiente. Más que medio ambiente, el asunto está derivando en muy mal ambiente entre los paisanos. O Aquilino apoquina entre 70 y 100 euros por un curso de 25 horas para conseguir el permiso, o en caso de que lo cacen con las manos en el prado se enfrenta a unas sanciones que podrían no cubrir varias cabezas de ganado. La multa por una infracción leve al no utilizar las dosis unitarias de 15 litros, que salen mucho más caras que cuando te lo haces tú mismo en casa, va de los 300 a los 3.000 euros. Y si se te va la pezuña –Aquilino nunca se ha caracterizado por la sutileza a la hora de azufrar– la factura puede dispararse de los 3.001 euros a los 120.000. Las infracciones muy graves, esas a las que es improbable que llegue este tozudo pero modesto agricultor, pueden ascender a los tres millones de euros.

Con la norma también llegará la trampa. Se dice que las academias que imparten el curso conceden el permiso con la ligereza de un psicotécnico con el carnet de conducir de un anciano e incluso se comenta que en León se puede conseguir el permiso en un fin de semana a ritmo de mollejas. Pero se dice, como que ya ha empezado el contrabando. Para el mosqueo no hay sulfato.

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