Opinión

El otro rezo de Santiago

Una sociedad que sale del confinamiento por la pandemia de covid-19 más preocupada por la apertura de los garitos que de los colegios está criando una generación de taberneros. Otro asunto es abarrotar los locales de clientela con pasta en el bolsillo para fundir, pero hasta ahora se iba trampeando con la recaudación durante los meses de verano y el turismo para no tener que arriar la trapa. 

Las prioridades del personal destapan la dependencia de una economía de barra y jolgorio que convierten al Estado en un lugar único al que se acude en vacaciones con la firme intención de dormir lo justo para no malgastar un instante. Sólo en Galicia, los más de 21.000 establecimientos de hostelería emplearon a más de 66.000 personas y la facturación de 4.700 millones de euros representó el 4,5% de la riqueza de la comunidad, según las cifras publicadas en el Anuario de la Hostelería de España 2019. 

Galicia ha sido la primera comunidad en abandonar el estado de alarma para estrenar la llamada nueva normalidad que, sobre todo, se escenificó en el bar porque algunos parques infantiles seguían clausurados por decisión de los responsables de cada municipio. Mientras la chavalada se entretiene con un palo, como aparecía en la campaña de la bebida Limón y Nada, la peña se frotaba con los colegas en la tasca. Es comprensible. La calidez de la gente también ejerce de imán para el carácter distante de los europeos del norte. Hasta la prensa británica celebró la apertura de fronteras en julio.

Un comercial de bebidas y alimentación se mostraba ayer exultante por la cadencia en el consumo  tras sortear tres meses de sequía forzosa. "En A Coruña y en las Rías Baixas el fin de semana ha sido brutal, supongo que también en Ourense y en Lugo, pero donde no ha arrancado es en Ferrol y en Santiago". Sin turistas, peregrinos o estudiantes, a un 90% de los establecimientos compostelanos no le salen las cuentas para abrir. El teletrabajo también ha anulado el arrastre por la capitalidad. El funcionario se toma el café y las cañas en el bar de abajo, que suele ser en Bertamiráns u otra localidad dormitirio. Santiago ya no reza a la manera del dicho, ahora implora por turistas y peregrinos para llenar el parque temático.   

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