Opinión

Robo en la "Casa do Prado"

Una pareja de rumanos, porque no eran de Verín, llegó a pedir a las puertas de la Casa do Prado. Ningún cativo en el pueblo se atrevía a subir hasta este paraje sombrío, pero ellos se adentraron en el patio en el que estaba un matrimonio octogenario. Maruja se dejó vencer por la pena y les soltó 20 euros, además de ofrecerles algo para beber. Charlaron unos minutos sobre la fatiga de vivir hasta que Manuel decidió que era hora de marcharse a sachar las patatas. Cuando el anciano estaba a una distancia considerable, la moza agarró por el cuello a la anciana para arrancarle la cadena de oro.

De nada sirvieron sus gritos de socorro, porque viven solos y Manuel está sordo. Los atracadores emprendieron la fuga con el botín por las 'corredoiras' ahora asfaltadas a toda velocidad, pero desafiaron la física en una curva y acabaron volcando. Los atrapó la Guardia Civil gracias a que uno de los contados conductores que recorre este camino solitario avisó del siniestro. No tuvieron mala suerte. Quizá nunca sabrán lo cerca que estuvieron de la muerte.

Manuel cumplió condena un porrón de años por agujerear de dos disparos de escopeta a un tabernero. Después de hacerlo, recorrió ocho kilómetros caminando de noche para entregarse en el cuartelillo. En el pueblo nunca se supo el motivo. Los rumanos tuvieron la potra de que no escuchase los gritos de su mujer porque llevarían meses abonando las patatas sin posibilidad de que alguien los buscase en el monte.
Dicen los datos que Galicia es una comunidad segura, pero los teletipos informan casi a diario del desmantelamiento de alguna banda de atracadores reincidentes y violentos que se aprovechan de una población envejecida y aislada.  Con esta gentuza, venga del este, de Xinzo, de Viveiro o de Malpica, es fácil comprender a Manuel: "Se os chego a coller apagóuselle o día para sempre".

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