Opinión

El último comunista

Su padre fue republicano, el hermano mayor tuvo que echarse al monte para que los nacionales no lo paseasen durante la Guerra Civil y en los años de plomo de la dictadura de Franco él siguió declarándose comunista, aunque pudo sobrevivir en un pueblo de la Costa da Morte sin demasiados contratiempos. Contaba con el salvoconducto de la asistencia a misa. El cura también sabía que algunos de los que se escondían en el monte se jugaban el pellejo los domingos para oír misa refugiados en las sombras de una puerta oculta en un lateral de la iglesia que pocos más que el monaguillo conocían.

Militó en el Partido Comunista, se presentó a las elecciones, vio como el PSOE le pasaba por la derecha y cansado de que en su calendario sólo apareciesen derrotas, un buen día decidió alistarse en el BNG atraído por la figura de Xosé Manuel Beiras.

A pesar de cambiar de traje político y de ejercer de interventor del Bloque en algún proceso electoral o de aceptar formar parte de las listas, para todos siguió siendo el comunista. Consiguió hacer unas cuantas perras con mucho esfuerzo y levantar un edificio con varias viviendas. El día de la inauguración de la plaza central, que bautizó como Roja porque para eso se trataba de su propiedad, lució con orgullo un gorro adornado con la hoz y el martillo que un vecino le había traído de un viaje por Rusia.

Desde hace años, este chófer de anécdotas acostumbra a saludarlo como "el último comunista". A él se le enciende la mirada, aunque se declara desencantado con la actual deriva política. Se marchó del BNG el mismo día que lo hizo Beiras y ya no quiere militar en ningún partido. A menudo cuenta lo bien que se lo pasó en la carpa de Izquierda Unida un año que asistió a la Feria de Abril, aunque en aquel momento militaba en el Bloque.

El último comunista también estaba en la puerta de la iglesia el domingo esperando a que el sacerdote terminase la celebración del Corpus. La quebradiza situación electoral acaparó la conversación, pero no mencionó con ilusión el acuerdo entre Pablo Iglesias y Alberto Garzón. "Tú que vas tanto por Ourense, dime si Jácome está loco o es un fenónemo", se interesó. La salida de la procesión evitó la respuesta. Ya lo conocen en la Costa da Morte.

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