Opinión

El arte de reclamar

No debe interpretar el lector la frase que da título a este artículo, “El arte de reclamar”, como una habilidad o querencia particular de una persona para solicitar o exigir la puesta a disposición, a título individual o en favor del público en general, de determinados bienes o servicios de manera desaforada, inapropiada o incluso innecesaria.

Mi propuesta nos sitúa ante otro escenario muy distinto; en verdad vinculado con el mundo del arte propiamente dicho aunque entendido no como un proceso de creación “ex nihilo”, sino de producción de obra a partir de hechos y realidades preexistentes. Es decir, lo correcto y pertinente es entender la proposición que estoy desarrollando como una auténtica y genuina expresión artística que denominaré “Arte Reclamación”.

El Arte Reclamación (AR) o Arte de Reclamar (ADR) (en inglés “Claim Art” (CA)), en contraposición a las demás prácticas artísticas es la única que precisa sustentarse inexcusablemente en argumentos sólidos, concluyentes y, a poder ser, concisos. Dado que esta categoría de razonamientos tan solo es posible construirlos utilizando el lenguaje (oral o escrito), a esta original manifestación artística también se la puede denominar “Literatura Reclamación” (LR) o “Literatura de Reclamación” (LDR) (“Claim Literature” (CL) en inglés).

La Literatura de Reclamación es, por consiguiente, el arte de expresar de modo más o menos formal, mediante palabras pronunciadas (“Literatura de Reclamación Oral”: LDRO) o redactadas (“Literatura de Reclamación Escrita”: LDRE), el malestar por el estado y el funcionamiento de la cosa pública y de las cosas privadas de las que cualquier ciudadano necesita hacer uso en su vida ordinaria o extraordinaria. Es ocupación primordial de la LDR requerir el respeto y el fomento de la pluralidad en la sociedad, así como de la libertad, la dignidad, el bienestar, la salud, la diversión… de los seres humanos y de los animales, domésticos y domesticados, semisalvajes y salvajes.

A diferencia de otros tipos de literatura, la Literatura de Reclamación es arte no por el pulcro y estético empleo del lenguaje, pues en ella la lengua suele utilizarse de forma impulsiva y aestética (o aun antiestética), sino porque el artista posee la capacidad de observación, los conocimientos, la sensibilidad y la voluntad necesarios para identificar los defectos, los yerros, las carencias y la obsolescencia de las cosas; y también el ánimo de mejorarlas en beneficio de la comunidad de seres vivos que constituimos la biosfera.

No debe confundirse la Literatura de Reclamación con la “Literatura de Queja” (LQ). La queja hace hincapié en la simple protesta, en la disconformidad; mientras que la reclamación conlleva, además, una sugerencia, proposición o exigencia para la consecución de un objetivo: hacer que las cosas marchen y evolucionen para evitar el anquilosamiento, el deterioro, la arbitrariedad y/o la infelicidad individual o colectiva.

Así pues, dado que la situación actual en nuestro pintoresco y viejo orden mundial es rica en acontecimientos merecedores de poderosas piezas de Arte Reclamación, quisiera, por medio de esta mi reflexión, motivar a las gentes de sus heterogéneos y múltiples pueblos y naciones a iniciarse en su praxis siempre que lo consideren necesario. Con mesura, cortesanía y educación, pero sin miedo ni vergüenza.

Porque solo gracias a nuestra consciencia, esfuerzo y tenacidad; todo irá mejor.

Para todos.

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