Opinión

1972, una huelga histórica

En mi largo caminar por el mundo he encontrado monumentos conmemorativos de toda índole. Desde requintados mausoleos a pequeñas esculturas, pasando por nombres de calles, avenidas o plazas. En alguna ocasión me he preguntado por qué Vigo nunca ha levantado un monolito para recordar la huelga general de septiembre de 1972. Su precedente del mismo año en Ferrol, cuando los antidisturbios mataron a Amador y Daniel, desde 1981 contaba con una calle y dio origen al Día da Clase Obreira Galega. Sin embargo el silencio conmemorativo de Vigo además de resultar sorprendente, sonaba injusto. Y, sobre todo, si tenemos en cuenta que muchos protagonistas de aquellos acontecimientos han continuado sindical y políticamente en activo durante las décadas posteriores.

La pasada semana, invitado por CCOO asistí a la conmemoración del cincuenta aniversario de aquel septiembre, que removió los cimientos no solo de la clase trabajadora viguesa sino también de toda la España franquista. En el auditorio de Abanca de Vigo tuve la satisfacción de reencontrarme y hablar con sindicalistas que forman parte de mis cimientos informativos. La del 72 fue mi primera gran huelga, luego vendrían todas las de la reconversión naval, la pesca, las conserveras, la construcción, por la autonomía… La Ría de Vigo de aquellos tiempos se convirtió en el referente de la lucha obrera de todo el país, pero aquel septiembre predecesor –del que se ha escrito, documentado y filmado insuficientemente- fue el paso más valiente y decisivo frente a una dictadura con cara de animal salvaje, que empezaba a estar acorralado y acabaría llevándose por delante vidas inocentes, como la del vigués José Humberto Baena en 1975, meses antes de morir Franco en la cama.

Aquella ciudad madrugadora y poco llamada a las fiestas nocturnas, a la que yo llegué con ansias de literatura, me recibió con octavillas, conspiraciones, abundancia de policías grises, hablar con precaución por si la Político Social estaba a tus espaldas, reuniones clandestinas en lugares apartados, informativamente difícil… Tras la huelga del 72 se me ocurrió escribir una pieza de teatro, “El vendedor”, que estrenó en el 73 el grupo Esperpento Teatro Joven –Dorotea Bárcena, Xulio Lago, Manquiña, Xaime Aguiar…-, donde el protagonista se declaraba en huelga y los teatros se levantaban a aplaudir con frenesí. Ahora puede resultar divertido, ingenuo o curioso, pero el texto, un verdadero panfleto que había conseguido burlar la censura, acabó siendo prohibido por “semejante audacia”.

En estas cinco décadas el mundo obrero y la vida política española se han normalizado. Ese es el sentir general pero también se ha perdido la memoria, que no la nostalgia, para muchos. Viendo como la extrema derecha –ahora bautizada derecha radical- toma posiciones y avanza levantando los símbolos del pasado fascista, poner en valor los movimientos obreros del pasado quizás no sea baladí, aunque el obrerismo de hoy esté secuestrado por la comodidad del consumo y el bienestar subvencionado. La huelga general viguesa del 1972 es un acontecimiento con derecho a un capítulo de la historia de Galicia. 

Para la conmemoración de sus cincuenta años Montse Carrera, secretaria de CCOO en Vigo, me pidió un cuento. En él he narrado las peripecias de un hipotético periodista y un obrero en una de aquellas noches. Lo publicarán en un libro colectivo. Ya ven, también yo estoy aparcado en mi objetivo vigués: la literatura.

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