Opinión

Ayer tuve un sueño

No siempre los sueños son nuestros. Se escapan apenas abrimos los ojos y en un desperezo no nos queda ni una imagen, ni una frase. Pero ayer tuve un sueño sólido, de esos que recuerdas hasta el mínimo detalle. La motivación del asunto fue consecuencia de un pequeño reportaje emitido durante la noche por una emisora de radio sobre el derrumbe del viaducto de O Castro, en la A6 a su paso por Pedrafita do Cebreiro, al cumplirse siete meses del incidente. En el trabajo, elaborado con materiales de archivo, los cortes de voz más recurrentes fueron los de la Conselleira de Infraestructuras e Mobilidade de la Xunta, Ethel Vázquez. Ora reclamaba responsabilidades, ora información urgente, ora soluciones, siempre disparando contra el Gobierno de Sánchez. Es probable que la somnolencia me atacara mientras pensaba en los inconvenientes que el derrumbe está originando en las entradas y salidas de Galicia por tan importante autovía. Y valorando el peligro que miles de personas hemos corrido al circular sobre ella.

El caso es que soñé con Ethel Vázquez, a quien únicamente conozco de vista. Ella es una de esas mujeres fuertes e inteligentes crecidas en política a la sombra de Núñez Feijóo. Y así, haciendo uso de su ímpetu, en el sueño la veía viajando a Madrid a la procura de información y datos fehacientes de los orígenes y razones de la catástrofe. Llegaba a un despacho ministerial de tonos grises dónde era recibida por un ministro de Fomento llamado Rafael Arias Salgado, de ingrato recuerdo. En el taco calendario de su mesa podía verse que corría el año 1997 y en la foto la jura de su cargo en el primer gabinete de José María Aznar. En una larga conversación el ministro le informaba a la política gallega de que fue él quien adjudicó la obra, algo más de ocho kilómetros de doble vía, por 91.600.000 euros. Que tuvo sobrecostes de otros 8.500.000 euros, abonados con retraso a las compañías FCC y OCP (ahora ACS). Las mismas que reclamaron sin éxito 750.000 euros por intereses de demora. Ahí comenzó a generar quebraderos de cabeza un proyecto que, según el sueño, no fue realizado con todas las garantía de solvencia y seguridad necesarias, visto lo sucedido.

El viaducto de O Castro, de 585 metros, fue levantado por OCP, empresa dirigida por Florentino Pérez, le expuso el ministro onírico, y su inauguración, junto con otros pasos elevados y los túneles de Pedrafita, fue saludada por Manuel Fraga, a la sazón presidente de Galicia, como un gran logro para las comunicaciones con la meseta. Ambos personajes estuvieron de acuerdo en alabar el buen criterio del desaparecido patrón, tan dado a cortar cintas y dejar placas conmemorativas por todo el territorio. Sin embargo, si hubiera culpas que esgrimir, Arias Salgado las derivó a sus sucesores por no corregir los defectos de su propia gestión.

Como es habitual en los sueños, Ethel Vázquez cambiaba de decorado y en la siguiente secuencia caminaba por los pasillos del Congreso del brazo de Ana Pastor, ministra de Fomento, quien tampoco encontraba culpas políticas en la catástrofe. Quizás otros ministros socialistas predecesores y sucesores suyos. Quizás Pedro Sánchez… ¿Qué mejor culpable para una cuestión tan alarmante? Con esa interrogante concluía el sueño protagonizado por Ethel, veinticinco años después de una peligrosa chapuza, en la que ahora no se destapan ni responsables técnicos ni políticos. Y siete meses después de conjurado el peligro gracias a una revisión rutinaria, seria y eficaz de un Gobierno de coalición de izquierdas.

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