Opinión

La confabulación del capital

Todas las guerras son un ejercicio de hipocresía. Mueren miles de personas en beneficio de unos pocos intereses. En ellas se destruye el hábitat para que el Capital lo reconstruya y el sistema mantenga el ritmo de su persistencia. En esta barbarie de la invasión de Ucrania por Putin hemos aceptado que con una mano se dicten sanciones contra Rusia y con la otra le compremos gas, petróleo y cereales. Son las reglas modernas de un juego perverso que en el pasado reciente nos llevó a dos grandes guerras mundiales y a centenares de contiendas locales en Oriente Medio y África. En el último tercio del siglo XX el Capital se ha confabulado consigo mismo en una lucha sin cuartel contra las consumidoras clases medias europeas y esta contienda, que nos corta las energías y pone el progreso contra las cuerdas, produce muertes y ruinas personales mientras los fabricantes y traficantes de armas, la banca y los especuladores energéticos engordan sus bolsillos. Nada nuevo tras una careta moderna e informatizada.

A miles de kilómetros de distancia, la ciudadanía pasiva cada mañana nos despertamos con un sobresalto y un centenar de preguntas sin obtener otra respuesta que no culpe a la guerra de nuestras desgracias. Queremos saber por qué los bancos centrales y la sucursal de nuestro barrio nos suben el precio del dinero. ¿Qué razón hay para que, en una situación de estrecheces económicas familiares, paguemos intereses más altos por nuestra hipoteca? Es socialmente contradictorio. ¿Por qué el Banco Central Europeo ha subido el precio del dinero en beneficio de unas entidades bancarias con beneficios millonarios? Las mismas que en España, rescatadas por el dúo Rajoy-Montoro en 2012 con el esfuerzo de todos, no han devuelto lo recibido. ¿Por qué la lucha contra la inflación se ha de solucionar restando recursos a la población mientras los especuladores se ponen las botas? ¿En Europa hemos vuelto al pernicioso austericidio subidos al patinete del neoliberalismo? ¿Qué relación guarda esta desgracia política con personajes conservadores como Crhistine Lagarde o Luis de Guindos sentados en la cúpula del BCE? No obtenemos respuestas.

Si hacemos caso a los amantes de las conspiraciones, vivimos atrapados por una trama internacional, dirigida por media docena de poderosos capitalistas sin rostro, decididos a poner freno al bienestar general. Un grupo clasista de acaparadores de riqueza, verdaderos yonquis del poder económico. Quizás no pase de una malvada idea de ciencia ficción, pero no deja de parecer un retrato real. Sin embargo, para mí, cuanto está aconteciendo desde la entrada en el siglo XXI no es otro asunto que el fracaso del capitalismo financiero, del neoliberalismo y de la globalización generada. El sistema ha tocado fondo, ha fracasado estrepitosamente, y la invasión de Ucrania es el terrible grano con pus de una enfermedad difícil de curar. En el futuro, valorando toda la repercusión en los territorios del primer mundo, los historiadores señalarán esta tragedia como una nueva fórmula de gran conflicto internacional. ¿La III Guerra Mundial pronosticada por Nostradamus?

Una contienda llamada a generar una revolución semejante a la francesa de 1789, cuando el pueblo maltratado económicamente se levantó contra un puñado de nobles privilegiados. Nos parecemos mucho, pero la gran diferencia está en que nuestra sociedad carece de espíritus revolucionarios, en que el sistema carece de una Bastilla para asaltar y en el Palacio de Invierno impera Putin, el malvado neocapitalista.

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