Opinión

La sartén

Cuando usted desee tener el retrato más auténtico de un gobierno, sea de la administración que sea, váyase al cuarto oscuro de los revelados y mire con lupa cada uno de los puntos de sus presupuestos. No tardará en ver, antes de secarse el papel fotográfico, la auténtica cara de quienes los han elaborado y descubrirá con sorpresa el fondo de las simulaciones, los perfiles progresistas o conservadores, los maquillajes del modelo empleado, las sombras disimuladas y los puntos de luz resaltados. En política un presupuesto es mucho más que un programa de inversiones, de pagos o demoras, de haberes, de saldos positivos o negativos. Es el auténtico detector de mentiras y verdades, aunque no siempre sea perfecto. Pero es la verdadera radiografía ideológica del partido o la coalición gobernante.

Tras el triunfo de la moción de censura, de Pedro Sánchez contra Mariano Rajoy, el bloqueo de los presupuestos propios por parte del PP no fue entendido por la sociedad. ¿Cómo era posible que el partido conservador les negara a los socialistas el pan y la sal para ejecutar líneas económicas diseñadas por ellos pocos meses antes? ¿Por qué les obligaba a hacer malabares de decretos ley, con los cuales evitaba la parálisis del país y mostraba su cara progresista? La ciudadanía entendió que tal oposición era una torpe revancha partidista lejos de un ejercicio de leal oposición. Aceptado a medias, este planteamiento ayudó al desastre en las urnas de los sucesores de Mariano. No tengan dudas.

Un presupuesto atascado es la fotografía de una comunidad en el dique seco. Quien posee la capacidad de aprobarlos tiene la sartén de la receta por el mango. Quien no sepa esto desconoce la realidad del ejercicio político y algo así debe de estar sucediéndole a la coalición PP-Cs en Andalucía. Se han despertado asombrados con la amenaza de devolución de su primer presupuesto para la comunidad andaluza por parte de Vox, el socio en la sombra, el mismo que les firmó el pasaporte para alcanzar el poder y se quedó con la sartén escondida en sus escaños. Sartén y escaño, pueden ser una pareja de dioses diabólicos o benefactores. Y ahora son la verdadera faz del poder de las minorías consagradas por las nuevas fuerzas políticas, emanadas contra el bipartidismo tradicional.

El péndulo del poder minoritario para cocinar se ha trasladado de los viejos nacionalismos, especialmente del catalanismo de Pujol y el discreto juego del PNV, a los partidos emergentes. Hasta el momento, ni Podemos ni Ciudadanos han sabido utilizarlo, más preocupados por conquistar territorio que por implantar las hipotéticas nuevas políticas anunciadas. Sin embargo, a la emergente ultraderecha se la ve llegar con la lección secular bien aprendida. En el primer feudo donde, sin tocar poder, se han puesto a los fogones para implantar su ideología, ya están en condiciones de decidir qué menú se sirve, a qué hora se pone la mesa y quién se sienta en ella. O se come con ellos o no habrá sartén.

El modelo andaluz, tan cacareado como solución al desconcierto de la derecha tradicional y presuntamente exportable a otros territorios del país, acaba de tropezar con el chef. Cuando veamos sus recetas ocultas o disimuladas en las cartas de los presupuestos alcanzaremos a calibrar su verdadero poder, más allá del valor de los votos y de la voluntad popular.

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