Opinión

Lo de Tamanes

Para muchos jóvenes, quienes a finales de los sesenta y principio de los setenta nos pegábamos a la vida política contraria a la dictadura, las figuras de Enrique Tierno Galván y Ramón Tamames nos parecían faros con luces largas hacia el futuro. También había colegas de derecha incapaces de entender que un “rico” como el economista madrileño pudiera ser comunista. Por entonces un profesor mío, cuyo nombre me guardo, ironizó con la tan manida frase de: “En política los extremos se tocan”. Muerto Franco, Tierno encabezando la lista del PSOE fue un gran alcalde de Madrid en coalición con Tamames, a la sazón líder del PCE. Don Enrique se fue y don Ramón continuó en la brecha democrática, siguiendo los pasos de un comunismo en decadencia, ayudando a fundar IU, coqueteando con el CDS de Adolfo Suarez desahuciado del poder por sus compañeros de la difunta derecha de UCD, para finalmente dedicarse a los negocios de la España integrada en la UE. Pero no desapareció porque, como es sabido, los socialistas y comunistas de viejo cuño cuando abandonan la política activa fundan revistas o publican libros. En ese empeño anduvo el prócer economista dando lecciones hasta estos días en los que su currículo roza los noventa años.

Con trazo grueso esa es la biografía ideológica de este Ramón Tamames sentado a las puertas de la gloria por encabezar una moción de censura contra la izquierda socialista y comunista. Faro de un partido de extrema derecha con nostalgias franquistas. ¡Los extremos Señor, los extremos! Por cuanto antecede yo no me rasgaré las vestiduras de la decepción al ver a Ramón Tamames en la tribuna de la democracia defendiendo los principios antidemocráticos de Vox. Tampoco quiero perderme en el barullo de las preguntas asombradas que ruedan por los artículos de opinión de mis colegas. Simplemente veo a Ramón Tamames como un producto de la desgraciada ética personalista de tantos políticos, educados en los principios de la izquierda, que han acabado acogiéndose a los esquemas del yo antes que al vosotros. Lo mío frente a lo comunitario.

Tamames no es una excepción aunque resulte palmaria y esperpéntica. En la construcción de la España democrática soñada durante la dictadura, la constitucionalista articulada en 1978 y la monárquica parlamentaria aceptada por mor del pragmatismo necesario, hemos acabado fundando un imperio del desencanto donde cabe todo tipo espectáculo tragicómico. Cuando Tamames suba a la tribuna del Parlamento Español, avalado por la ley pero desposeído del mandato del pueblo, habremos alcanzado el culmen del desprestigio parlamentario. Exactamente lo que persigue Vox. Esta no será una moción de censura constructiva, como señala la Constitución, veremos una representación patética de cuanto representa la trayectoria del candidato: la lucha contra el franquismo, los chalaneos partidistas y finalmente el ridículo de defender argumentos totalitarios disfrazados tras el escudo de “el honor de la patria”.

Esta moción de censura al Gobierno debiera empujar a los partidos a la unidad en defensa de la democracia. En las sesiones parlamentarias solo habrá dos sentidos. El del NO o el del SI. El de quienes creen en el sistema aceptado en la Constitución del 78, o el de aquellos que utilizan los cauces institucionales para derrocarlo. A quienes opten por el interés cuyuntural de su partido, antes que el institucional, la historia se lo demandará. Como al caduco Ramón Tamames.

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