Opinión

Miedo a la memoria

Apenas sí había concluido de pasar el Rubicón del Senado la nueva Ley de Memoria Democrática cuando, en la Asamblea de la Comunidad de Madrid, el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso negaba a Vox la posibilidad de realizar una comisión de investigación sobre las ocho mil defunciones acaecidas durante la pandemia en las residencias de mayores madrileñas. La excusa del consejero del PP ha resultado hiriente. Según el señor Enrique Ossorio no procede la investigación “porque los familiares ya han superado esas muertes y se les causaría un daño innecesario”. ¿Por qué pongo en paralelo la aprobación de la ley y el nuevo esperpento madrileño? Sencillamente porque ambas cuestiones hablan del miedo a la memoria y, como causa o añadidura, al sentido de culpa más allá de los actos de contrición y del propósito de enmienda inexistentes. En ambas cuestiones las derechas se escudan en la falacia de considerar las verdades trágicas como heridas cerradas. No por decisión de quienes las sufren, sino por determinación de quienes las temen.

La fugacidad y el olvido se han instalado en la vida pública de un modo terrible. Casi cincuenta años después de haber enterrado con honores al dictador seguimos teniendo necesidad de una ley para devolver la dignidad a quienes padecieron la guerra y el franquismo. Obligatoriedad de una ley para recuperar y equilibrar la memoria. ¡Asombroso! Insulta a la inteligencia semejante apremio legal y tan largo proceso, cuando el buen sentido debiera de haber aconsejado un ejercicio de restitución en paz y convivencia equilibrada desde los primeros días de la instauración de la democracia. Pero ya vemos que no sólo no fue posible, sino que enarbolando el eslogan de “no abrir heridas” se ha dejado la gangrena debajo de la piel. Y, aún, a estas alturas PP y VOX anuncian la inmediata derogación de la nueva ley. ¿Por qué ese miedo a la memoria por parte de las nuevas generaciones de políticos conservadores? ¿Qué les va y qué se juegan?

Tengo para mí que semejante miedo a la memoria proveniente de una parte del PP primigenio, abanderado por Aznar y dejado correr sin presupuestos por Rajoy, es bastante culpable de la creciente radicalización y empuje de algunos extremismos de izquierdas y derechas. Dejo al margen a Fraga porque él tuvo el mérito de hombre de Estado de meter en el mismo saco de su partido desde los franquistas irredentos a los liberales pasando por los democristianos y adláteres. Además, curiosamente Manuel Fraga nunca le tuvo miedo a la memoria, habiendo sido ministro de Franco. Ahora, en algunos sectores del pensamiento político se esperaba de Feijoo un cambio de rumbo en relación con la memoria del pasado. Pero no. Instalado en el tercio de banderillas negó la nueva ley a su paso por el Senado y la prefiere derogada si gobierna. Una nueva oportunidad perdida.

Mientras, ya digo, el Gobierno de Madrid tiembla ante la verdad oculta de lo sucedido en las residencias de mayores de su competencia durante la pandemia en 2020. Antes de ayer. Igual también se hará necesaria una ley para recuperar la memoria de esas ocho mil víctimas cuyos familiares tienen la obligación, por decreto, de superar la pérdida de sus madres, padres, abuelas, hermanas… De nada les valdrá levantar la voz en los medios de comunicación, manifestarse en la Puerta del Sol… Temer a la memoria es miedo a la verdad. He ahí el quid de la cuestión.

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