Opinión

Sumando mentiras

La sociedad de la comunicación política actual ha comprado con demasiada ligereza la teoría de Göbbels, haciendo suya la idea de que “una mentira mil veces repetida se convierte en verdad”. Por fortuna, la suma de mentiras ya no crea verdades, pero para nuestra desgracia el vicio o la estrategia de mentir para formar opinión y obtener votos se ha convertido en una rueda que amenaza la convivencia democrática en el mundo. No obstante, contra el político nazi la gramática parda española sigue enseñando que “la mentira tiene las patas muy cortas y se pilla rápido”. Y esto es verdad.

El pasado domingo hemos vuelto a vivir el esperpento de contar como garbanzos manifestantes en Madrid y Santiago dejando el rigor en el desván de los recuerdos. Hemos asistido a la mentira del éxito político en función de la pretendida audiencia alcanzada por la convocatoria. La guerra de cifras es ya una simple simulación donde las mentiras se doran como la masa de los churros en el perol. Luego solo los compran quienes tienen necesidad de mojarlos en el café de las convicciones propias.

¿Dónde reside el éxito para justificar la algarabía? ¿Qué representan realmente quienes acuden a una protesta? ¿La realidad de todo el país, como pretende el PP de Pablo Casado? Sí, son representativos del estado de opinión que les mueve, son una parte pero nunca deberemos aceptarla como el todo. Y ni siquiera son comparables las magnitudes entre distintas manifestaciones aunque coincidan en el tiempo, como hemos escuchado estos días respecto de la gallega y la madrileña. Yo no lo haré.

No me gustan las cifras y me marean los números, pero me he entretenido un rato en ellos para saciar mi propia curiosidad. A la plaza de Colón acudieron 45.000 manifestantes según la policía, 200.000 según los tres partidos convocantes. He tomado las votaciones de las elecciones municipales de 2015. En ellas el PP obtuvo 564.154 votos, C’s 186.498, Vox 9.867, en total 760.508 habitantes de Madrid se decantaron por los tres partidos de derechas. Si hacemos caso a la policía, les han faltado más de setecientas mil voluntades a la manifestación. Si aceptamos la cifra de los convocantes les han fallado más de medio millón. ¿Dónde queda el éxito de la convocatoria frente a esta realidad numérica?

Es más, como un centenar de autobuses acarrearon familias enteras del exterior del municipio, quizás debamos realizar la valoración contando el millón y medio de votos que las tres derechas obtuvieron en 2015 en la Comunidad de Madrid. Ahí la respuesta se convierte en una carcajada para el espectador que no cree en la suma de mentiras o que descubre las imágenes trucadas para apuntalar el falso éxito.

Con más o con menos manifestantes reales, la cita de la plaza de Colón ha emitido una verdad. Las tres derechas han emprendido un auténtico camino de unidad, ya logrado en Andalucía. No se atreverán a resucitar a la CEDA (1933-37) de Gil Robles porque las propias mentiras sobre sus diversidades los atan de pies y manos ante los electores. Están revueltos, pero no quieren aparecer juntos en una nueva “unidad de destino en lo universal”. Están pillados. Por favor, entierren a Göbbels, por el bien de la salud mental de todo el país y de la convivencia política en paz.  

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