Opinión

¿También tú, Mariano?

Me cuesta aceptar e, incluso, imaginar a Mariano Rajoy metido en la trama de la operación Kitchen. Como tantas personas que conocen de cerca su flema casi británica e, incluso, la escasa creatividad vital con que se mueve, no consigo verlo diseñando un operativo policial para espiar a Bárcenas y familia con fines espurios; o engañando a setenta y un policías para que creyeran legal el trabajo; ni fabricando un falso cura asaltante de comedia, propio de Pérez Fernández y Muñoz Seca; o maquinando con Villarejo el robo de documentos y la destrucción de ordenadores; ni autorizando al comisario jefe el asalto al estudio de Rosalía, la señora del tesorero del PP; o tomando el té de las cinco con Cospedal para diseñar despidos en diferido y encargar trabajos delicados a su señor esposo… Sin embargo no soy capaz de desvincularlo de Jorge Fernández Díaz, a la sazón ministro de Interior, nombrado por él mismo, y repartidor de limosnas, sisadas del cepillo donde se custodian los fondos reservados. 

La trayectoria política de Fernández Díaz ha estado largo tiempo vinculada a Mariano, ha sido su sombra y colaborador por cuantos cargos de responsabilidad nacional ha transitado. Un compañero malicioso atribuyó en el pasado esta colaboración a presiones del Opus Dei, o a que la obra lo utilizaba como espía del marianismo. Quizás tuviera algún fundamento, ni afirmo ni niego, porque todo este entramado tan rocambolesco y desatinado, cuyos detalles ahora estamos conociendo, solo puede ser fruto de un alma convencida de que el fin justifica los medios para lograr la salvación. Incluyendo más de medio millón de euros del erario público, sin contar los emolumentos del personal funcionario utilizado.

A Mariano lo imagino escuchando, guardando silencio, el puro en la boca y encomendándose a la Peregrina para que todo saliera bien. Sabiendo que su amigo Jorge soluciona con confesión, penitencia y medallas para las cien mil vírgenes del país. Pero ha salido mal y no sé si atribuirlo a la ingenuidad o a la prepotencia de un retablo de personajes que parecen haber sido educados con las películas de Fernando Esteso, Pajares, Florinda Chico, Ozores, Juanito Navarro… Quizás sean los personajes y las tramas difundidas por ese cine cutre del tardofranquismo la base ideológica y operativa de los gobiernos de Rajoy. Porque, ciertamente, sus paseos y maniobras por las cloacas, si no fueran tan peligrosas para el bien común, habría que tomarlas como una astracanada más de la vieja derecha carpetovetónica.

Sin embargo, aunque podamos reírnos, no es para tomarlo a broma. Al PP de Aznar, Rajoy y Casado se le acumulan los despropósitos, las sentencias condenatorias, como una maldición bíblica. Aún le quedan más de una docena de casos por dilucidar en los juzgados de los que sólo alguna periferia parece salvarse. Es lamentable que la necesaria restauración, para conseguir una derecha transparente y no tramposa, parezca imposible. En el PP-Casado no vamos a tardar en ver una refundación, la desaparición de las siglas y hasta la venta de la sede central de Génova. Auguro que no será suficiente si quienes vienen detrás vuelven a falsear la realidad adoptando las maneras de sus antecesores y, como san Pedro, niegan tres veces a sus protectores escudándose en ser simples diputados por Ávila.

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