El maquinista del Alvia: “El accidente sería imposible hoy, ya hay seguridad”

Francisco Garzón sólo quiso contestar a las 117 preguntas de su letrado, y pidió perdón a las víctimas: “No pude evitarlo”

La segunda sesión del juicio por el descarrilamiento del Alvia 04155 (Madrid-Ferrol) en Angrois (Santiago de Compostela) el 24 de julio de 2013, con 80 muertos y 145 heridos, arrancó a las 09.42 horas con el interrogatorio del maquinista, Francisco Garzón Amo (61 años), en calidad de imputado. Este último junto al otro encausado, Andrés Cortabitarte López, exdirector de Seguridad en la circulación de Adif, accedieron al edificio del CINC de la Cidade da Cultura por un lugar expresamente habilitado para operadores jurídicos para evitar incidentes con los familiares de las víctimas (el directivo de Adif recibió un manotazo el miércoles a la salida).

El maquinista, esta vez sin mascarilla, únicamente quiso contestar a las 117 preguntas de su abogado, Manuel Prieto, comenzando el interrogatorio echando la vista atrás: recordó sus inicios profesionales en Renfe en diciembre del 1982 como peón especializado. En la línea de alta velocidad como maquinista, desde marzo 2013.

En esta tercera comparecencia en sede judicial (declaró en dos ocasiones anteriores en el juzgado de instrucción), descargó el peso sobre la falta de formación específica en la vía 1 (por la que circula el Alvia desde Ourense a Santiago), en el manejo de trenes Alvia así como en la carencia de medidas de seguridad. “Solo hice prácticas con una locomotora diésel”, apuntó.

Emoción desatada

Aunque algo más tranquilo que en sus comparecencias anteriores, incluida la realizada ante la comisión de investigación del Congreso, no pudo evitar emocionarse cuando, a través de su abogado, regresó a la cabina de la locomotora tras descarrilar. ”Estaba atrapado entre los hierros y solo pensaba en mis viajeros”, señaló.

 Y volvió a reprochar las condiciones en la que fue conducido a los calabozos de la Comisaría de Policía de Santiago a los tres días del siniestro. “Me dieron el alta el 27, tras un trauma torácico cerrado, tres costillas rotas, neumotórax traumático y contusiones en la cabeza; fui directo a los calabozos; pasé la noche sentado en el suelo porque no podía acostarse; pedí una silla y no me la dieron”, relató. Al día siguiente, compareció ante el juez Luis Aláez, quien estaba de guardia el día del siniestro. Su abogado intentó colar que había prisa, porque el ministro del Interior estaba en Santiago y ofrecía una rueda de prensa, pero la jueza del Penal 2 lo zanjó rápido. “El ministro del Interior no detiene a nadie”, precisó la magistrada.

Hubo preguntas para justificar las tres incidencias previas al accidente y que sirven a la fiscalía y a las acusaciones particulares para adornar una conducción desatenta del jefe del tren incluso antes de la llamada realizada por el interventor . Una de ellas, pocos minutos después de salir de Ourense a la 20.06 horas, una bajada brusca de velocidad hasta casi parar el convoy. Explicó que se trata de una línea con fuerte pendiente con cambio de tensión, porque se pasa de la línea convencional a la alta velocidad. “Es habitual todos los días y en todos los trenes”. 

Justificó que se activase dos veces el “hombre muerto” -sistema de seguridad que frena el convoy si no se acciona un pedal cada poco tiempo-. “A veces se atasca el pedal del hombre muerto y hay que manipularlo, aunque debería responder a la primera pisada”, explicó Garzón Amo, aunque, especificó su abogado: “Un fallo técnico, y tuvo que darle golpes para desatascarlo”.

La velocidad

La velocidad máxima permitida en el trayecto entre Ourense y Santiago es de 200 kilómetros por hora (sería de 220 km/h si el sistema de seguridad ERTMS estuviera instalado, pero llevaba el ASFA que anuncia señales y detiene el tren en caso de que rebase una con luz roja en la vía). La marcha va prefijada a 200 km/h, sin embargo, alcanzó los 201,25 km/h en dos ocasiones y la máquina avisó. “Fue en las pendientes, ya que el tren tiene tanta potencia que tiende a querer lanzarse”, destacó Garzón. “No es irregular, es algo muy habitual”.

Además, los maquinistas no pueden escoger: “Tenemos que ir a la velocidad máxima permitida para cumplir el horario fijado”. Pero cree que Adif y Renfe deberían indicar claramente los puntos donde se debe pisar el freno. 

La llamada

El inculpado, que el día del accidente comenzó a trabajar a las 11.55 horas, insistió en que estaba obligado a atender la llamada que hizo el interventor a su teléfono corporativo (para una consulta sobre la entrada del tren en Pontedeume de cara a facilitar la bajada de viajeros). “Es una herramienta más de trabajo y se usa durante el trabajo, en la máquina del tren”. No existe un protocolo sobre el uso de comunicaciones (la cabina del tren lleva otros dos teléfonos de consola incorporados) y tampoco fue formado al respecto. “Atender la llamada del interventor -precisó- es mi obligación y tengo que hacerlo porque de lo contrario sería una sanción grave”. 

Tras esa conversación, que duró 100 segundos, se desubicó -“pensé que estaba en un túnel anterior”- y perdió la referencia de la curva de Angrois, en la que la velocidad está limitada a 80 km/hora, máxime porque pasa por 32 túneles en 36 minutos (casi uno por minuto). Enfiló la  curva a 195 km/h y “no me dio tiempo a frenar con anticipación”.

Varias de las preguntas ahondaron en la falta de señalización de la vía. “No había ni señal semafórica, ni baliza, ni nada de nada de nada que me dijera que había que reducir la velocidad antes de la curva”, destacó el maquinista, una incidencia que ya había comunicado “al jefe de seguridad de la zona”. El acusado, cual maestrillo, tenía su propio librillo: “Un punto de referencia en vía libre para frenar (...), pero tuve pérdida de conciencia situacional”. “Evidentemente, si hubiera señal hubiera reducido”, añadió. Y a la pregunta de si Renfe o Adif le comunicó riesgos, fue tajante: “No”. “Renfe y Adif tienen que evaluar riesgos para la protección de viajeros y el personal”, precisó. 

Garzón Amo recalcó en más de una ocasión que estaba obligado a coger el teléfono. “Lo que me pasó a mí le pudo haber pasado a cualquier maquinista”, añadió.

Lloró en el momento en que aclaró que a día de hoy, tras las medidas de seguridad adoptadas, sería “imposible” el accidente de 2013. “Ahora hay medios técnicos, que ya existían desde hace siglos”, destacó.

El interrogatorio, que concluyó a las 10.42 horas, acabó con la petición de perdón: “Las víctimas que me perdonen, fue un accidente y no pude evitarlo”.

La segunda sesión concluyó antes de lo previsto. El abogado de Andrés Cortabitarte López pidió posponer su interrogatorio, alegando la extensión del mismo, pero, además, porque “se encuentra afectado por lo sucedido” (manotazo del miércoles). Se reanudará el día 13, a las 09.30 horas.

El directivo no habló en la sala de vistas, pero escuchó. Hubo gritos de perjudicados, que lo increparon a la salida: “Asesino, cobarde, nos has robado la vida”.

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