La Región

Una historia de película entre las piedras de Fátima

La parroquia de Fátima, con 17.000 feligreses, es la más grande de Ourense. No hay parroquiano que no haya oído hablar de Don José Álvarez González, promotor del templo y de la comunidad que, desde 1948, se consolidó en O Couto. Esta es su historia, la de un hombre solidario, transgresor y tenaz, que no se conformó hasta que consiguió para su congregación lo que merecía, también un cine. Durante su vida dejó una importante huella en muchas personas, entre ellos, su sobrina Fátima y José Ramón, el joven apasionado que hacía cine para los vecinos.

Lucía Montáns

La calurosa tarde del dos de julio de 2024, en una abarrotada Iglesia de Nuestra Señora de Fátima, en el barrio ourensano de O Couto, César González, párroco del santuario desde hace 30 años, pronunció las siguientes palabras:

"La vida está hecha de pequeñas o grandes historias y ¡cuántas historias bonitas nacen en este santuario, en torno a la Virgen de Fátima! Todos los ourensanos tenemos en él una piedra y también un montón de recuerdos, de vivencias profundas inolvidables, que son la fuente donde encontramos fuerza en la debilidad, el apoyo en las horas difíciles o la batería donde cargamos las pilas que nos mantienen vivos. Permitidme que os cuente una de esas bonitas historias".

Para hablar de su historia, es preciso remontarse a la construcción del templo, un encargo que recayó en el que sería el primer párroco del santuario, Don José Álvarez González, que se implicó de lleno en el proyecto. “Había heredado un dinero de un tío suyo y lo invirtió en recorrer iglesias de toda Europa para inspirarse”, recuerda José Ramón Núñez Núñez, sobrino político.

La Iglesia de Nuestra Señora de Fátima, en construcción, en una imagen de 1950.

La Iglesia de Nuestra Señora de Fátima, en construcción, en una imagen de 1950.

Las ideas comenzaron a agolparse en aquella cabeza con visión innovadora, pero no eran años de abundancia, y costear el santuario que la parroquia merecía no iba a ser fácil. Puso en marcha entonces el primer crowdfunding de Ourense. “Fixo a campaña de marqueting perfecta. Puxo sobre a mesa que cada familia financiara unha das pedras, e eso calou moi ben: fixo un proxecto colaborativo e, cando as familias viñan a rezar, dicían con orgullo que eles axudaran a construir o templo”, explica César González.

La obra, que se inició en el año 1948, fue cogiendo forma, y Don José empezó a pensar en la parte artística. “A Virxe que temos no altar fíxoa o escultor portugués José Ferreira Thedim. Esta imaxe foi de parroquia en parroquia e así a xente empezou a coñecela. Quixo facer algo colaborativo, era un home moi pedagóxico”. Las coloridas vidrieras fueron ideadas por el artista Jesús Soria.

Los feligreses de mayor edad recordarán una balaustrada que dividía el presbiterio de la nave principal. Los vecinos, animados por el espíritu de la comunidad aportaron, en la medida de sus posibilidades, un pendiente desparejado o una esclava que se había quedado pequeña. La Fundición Malingre se encargó de fundir todas estas joyas con las que se contribuyó a la creación del comulgatorio, retirado tras una orden acordada en el Concilio Vaticano II.

La imagen de la Virgen, rodeada por las vidrieras de Jesús Soia. Los bancos fueron realizados por el taller Hermanos Núñez.

La Virgen, arropada por las vidrieras de Jesús Soria. Los bancos fueron realizados por el taller José Núñez y Hermanos.

El impresionante órgano de Fátima también tiene su historia. “Lo hicieron en Oviedo pero, cuando lo trajeron, mi tío no tenía dinero para pagarlo. Ya lo estaban cargando para llevarlo de vuelta y les dijo: '¡Esperad un momento!' Cogió a los gerifaltes del Couto, a los más ricos, y se fueron a hablar con el alcalde. Consiguieron el dinero. Tenía un don de gentes que era increíble”, asegura José Ramón.

El órgano que encargó, y peleó, Don José.

El órgano que encargó, y peleó, Don José.

Necesitaba más dinero para terminar la iglesia y pensó en ir a pedírselo directamente al entonces ministro de Justicia de la dictadura franquista, el carlista Antonio Iturmendi. “Le dijo al obispo que iba a ir a Madrid a invitar al ministro a la inauguración del templo cuando estuviese acabado. El obispo le respondió que no, que debía ir él mismo en persona. Pero él fue igual, ¡y coincidieron los dos el mismo día y a la misma hora en el despacho de Iturmendi en Madrid! Trajo, de aquellas, un millón de pesetas en un maletín. Tenía labia mi tío..., era un genio”.

También tuvo que hacer gala de su ingenio en un momento en el que los materiales de construcción escaseaban. “Estaban haciendo el Seminario Mayor y el tío le preguntó al obispo si podía coger el cemento que caía al suelo, lo que le sobrase. Le dijo que sí, pero mi tío fue allí y cargó un camión con los sacos. Era un fenómeno”.

Imagen de las obras en el templo de Fátima.

Imagen de las obras en el templo de Fátima.

La imagen del exterior, que recibe a los feligreses desde la fachada, es obra del escultor ourensano Antonio Faílde, formado en la Escuela de Artes y Oficios. Uno de sus profesores fue Manuel Núñez, un virtuoso de la pintura y la escultura, y padre de José Ramón. Él y su hermano mayor, José -fue Premio Nacional de Escultura- eran el equipo perfecto. Montaron su taller en la calle Vicente Pérez -ahora el Paseo-, en el mismo bajo donde después se ubicaría durante muchos años la mítica heladería La Ibense”. Falleció José de forma prematura y el pequeño de los Núñez, Antonio, ebanista, entró a formar parte del negocio de arte religioso. Los encargos eran tantos que pronto el local se les quedó pequeño. “A principios de los años 40, compraron un solar en la que ahora es la rúa do Ensino. Les costó 4.000 pesetas y hacer la casa, 29.000”, explica el hijo y sobrino de aquellos empresarios. A esta fábrica acudió Don José Álvarez a encargar los bancos para la futura iglesia de Fátima.

Anuncio publicitario de la época del Taller de arte y escultura religiosa de imágenes de madera tallada, altares, púlpitos y oratorios José Núñez y Hermanos.

La homilía que pronunció Don César hace casi un año, sigue así: “Transcurrían los años 50, una niña siempre alegre jugaba en los distintos rincones de una casa grande y espaciosa que, en su imaginación, era un palacio en el que ella hacía amigos y realizaba aventuras. Ese adorado palacio, al que se escapaba siempre que podía, estaba habitado por su tío Pepe. Aquel 'hombrachón' alto de estatura, pero más alto de corazón, que le contaba a menudo la historia fascinante de aquella Señora de vestido blanco”.

La niña, que compartía nombre con la Virgen del templo, era una sobrina a la que apadrinó Don José, y que se crio viendo construir ese palacio que era el templo actual.

La construcción de la Iglesia de Fátima terminó en el año 1962. Además de por su ingenio, a Don José Álvarez todos lo recuerdan por su gran corazón. Desde el principio se llevó a cabo una importante labor social en la parroquia. “Tengo el recuerdo, durante muchos años, de preparar con él cajas y cajas con alimentos que íbamos repartiendo por toda la parroquia”, evoca José Ramón. Una acción social que persiste en la actualidad. "Agora atendemos a unhas 50 familias de diferentes formas: buscámoslles traballo, abogados cando necesitan, é unha labor de acollida. Pero, sobre todo, escoitamos", narra César González.

Consciente de que la vida social giraba en torno a esta comunidad, en 1964 ordena construir el Lar Parroquial, destinado a teatro, veladas, asambleas, y cine. El responsable de la programación, la cartelería y la proyección sería José Ramón Núñez.

El Lar Parroquial, que albergaría el futuro cine, en construcción.

El Lar Parroquial anexo a la iglesia, que albergaría el futuro cine, en construcción.

“Allí se hicieron novios decenas de matrimonios. No teníamos ni un duro: cobrábamos seis pesetas en butaca y tres el pase general, que era sentarse en unas tablas. Compramos la máquina de cine, marca OSSA, de 35 mm. Durante el mes de agosto, iba a A Coruña, donde compraba y alquilaba las películas para el cine. Me daban las peores, todas rotas, destartaladas, pero eran las más baratas”, evoca José Ramón, “Las películas de 35 mm vienen perforadas por los lados y yo me pasaba horas y horas, incluso días, con la tijera, redondeando los bordes, pegando con celo donde estaban rotas. Al proyectarlas, hacían “pam, pam, pam”, y yo pensaba: ‘Va a reventar el cine entero”, recuerda.

Don José y José Ramón.

Don José y José Ramón manejando una de las películas que se proyectaban en el cine parroquial.

Durante el mes de agosto, acudía a Coruña para adquirir las películas que después se programaban durante todo el curso: de septiembre a julio. Domingos y festivos se proyectaban dos películas, y los carteles los pintaba a mano el propio José Ramón, que heredó de su familia el talento y la pasión por el arte. “Tenía que elegir de forma que fuesen aptas para mayores y para niños, me volvía loco seleccionando. Pero teníamos muchísimas; de cada casa, lo mejor”, dice con orgullo. Mientras él se encargaba de la proyección, otros eran los responsables de vender las entradas, palomitas o pipas. “A los niños, les dábamos uno de los cordones de cada lado de la pantalla, iban tirando para abrir la cortina y todos gritaban ‘¡Bieeen!’. Yo veía eso y me emocionaba”.

A la derecha, la hermana mayor de Fátima, y a su lado, José Ramón, junto con dos jóvenes que también colaboraban en el cine de Fátima. Es una fotografía tomada durante la excursión de 1966.

A la derecha, la hermana mayor de Fátima, y a su lado, José Ramón, junto con dos jóvenes que también colaboraban en el cine de Fátima. Es una fotografía tomada durante la excursión de 1966.

Los jóvenes se empaparon del carácter solidario del Don José. “Todo lo recaudado lo donábamos a los pobres de la parroquia: guardábamos solo lo justo para hacer ir de excursión un día todos a la playa, a Cangas”, recuerda.

José Ramón, un joven “apasionado del cine”, se convirtió en el chico con el que todas las muchachas querían salir con él. “Mi padre tenía 80 años, mi madre había sufrido una trombosis… Pensé: ‘¡Cómo voy a llevar yo una mujer a esta casa, no me dura 24 horas!. Entonces, le pedí a la Virgen que me diese a una mujer para casarme con ella. Y al mes, del mes: ¡Fátima! Mira que la conocía desde que tenía 12 años, pero en ese momento fue: ‘¡Es ella!”.

“Le pregunté si quería salir conmigo, y me dijo que sí. Yo le llevaba mucho años: ella tenía 17, yo 25”. Se lo dijeron entonces a Don José, a quién de primeras no entusiasmó la idea, y la envió de vuelta a O Carballiño con su madre. “O me caso con José Ramón o no me caso”, se plantó Fátima. Vio entonces el tío que la cosa iba en serio. La boda fue ocho meses después. “Fuimos muy felices, los problemas que tuvimos en más de cincuenta años juntos se escriben con minúscula. Nos sentábamos y lo solucionábamos”, dice convencido y henchido de satisfacción.

Fátima y José Ramón.

Fátima y José Ramón.

El párroco de Fátima sigue rememorando los avatares de Fátima y José Ramón, siempre con la Virgen como testigo: “Pasó el tiempo, fueron llegando tres hermosos hijos, los estudios, un montón de luchas..., pero siempre bajo la mirada atenta de la Señora de Fátima tratando de hacer realidad aquella promesa realizada ante su imagen con tanta fe y cariño”.

“Siempre fue igual que su tío: le llegaba cualquier persona con un problema y ella lo dejaba todo para buscarle solución. Una santa, una bendita mi mujer”, ensalza José Ramón.

Además de bondadoso, José Ramón asegura que toda su vida ha disfrutado de una cabeza privilegiada, como la que tenía su padre. “Iba a ver una iglesia para hacer una pieza y hacía fa-fa-fa [imita el gesto de esbozar sobre un papel]. Lo dibujaba todo de cabeza”.

“Tengo una mente privilegiada”, reconoce, un poco como si fuese una piedra en la mochila. “A mis hijos siempre les dije que no me contaran ninguna mentira, porque me acordaré”. Tuvieron tres, que nacieron y se criaron en la casa de la rúa do Ensino, la única que a día de hoy conserva el estilo de aquella época. Allí, en la parte baja, continuó elaborando piezas artísticas para iglesias de toda la provincia hasta que, en 2008, se jubiló como policía local de Ourense.

Casa donde estuvo el taller José Núñez y Hermanos. Hasta 2008, José Ramón continúa haciendo piezas artísticas para iglesias de parroquias de toda la provincia de Ourense.

Casa donde estuvo el taller José Núñez y Hermanos. Hasta 2008, José Ramón continúa haciendo piezas artísticas para iglesias de parroquias de toda la provincia de Ourense.

También hubo siempre un lugar para la que es sin duda su gran pasión: el cine. “Cuando se jubiló el tío -porque él dejó la parroquia cuando le tocó, no aguantó hasta el final-, le hice una película. La vimos en su casa -vivía en un piso en la calle Doctor Fleming-, duraba dos horas y, cuando terminó, me dijo muy emocionado: ‘Esto está hecho con mucho cariño”.

Don César, aquella tarde de julio en interior de la Iglesia de Fátima, terminó el sermón de la siguiente forma. “Hay vidas que parecen cuentos de hadas pero que son más bellas aún porque en vez de terminar con el célebre ‘fueron felices…’, son una demostración del amor hecho lucha, esfuerzos, una historia de superación de adversidades y de constancia. Esto es lo vivido en la familia de Fátima, que le ha tocado convivir con la más dura de las tempestades, la enfermedad del olvido".

"Estar cerca, estar ahí, es lo poco y lo grande, lo extraordinario que podemos hacer por las personas que queremos, que no podemos olvidar, aunque ellas ya no nos reconozcan. José Ramón ha hecho realidad, cada día, aquello que le prometió ante el altar”.

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