Fátima, el templo que los vecinos ayudaron a crear
NOVENA EN HONOR A LA VIRGEN
El santuario de Fátima, en O Couto, vive esta semana su tradicional novena en honor a la Virgen, momento álgido de devoción mariana en un templo que fue fruto del empeño de un párroco, arropado por contribuciones de sus feligreses.
La historia del santuario de Fátima está unida, indisolúblemente, a sus vecinos, gente anónima que contribuyó, cada cual en la medida de sus posibilidades, a poner en pie este templo. Pocas son ya las personas que pueden hacer memoria de aquellos años en los que se erigió esta iglesia; una de ellas es Pili Núñez, hija de la que fue sobrina de don José Álvarez, párroco e impulsor del santuario de Fátima.
“Mi madre, Fátima Sánchez, se crió con él y se casó con José Ramón Núñez, que era quien se encargaba de las proyecciones del cine parroquial de O Couto. Todas las semanas iba a Coruña a buscar los rollos de película, que proyectaba con una máquina Ossa VI”, rememora Pili Núñez.
Entre sus recuerdos ligados al templo, destaca que Fátima “iba a ser en principio una iglesia bastante discreta, pero don José convirtió el proyecto en algo más grande”, explica. “Era un hombre con muchas ideas, como la que lanzó de que los vecinos dieran 50 pesetas para apadrinar una de las piedras de la construcción o que quien pudiera, donara sus joyas o monedas de bronce o níquel, que fueron fundidas en Malingre para hacer la balaustrada del altar”, recuerda.
Y junto a estas contribuciones anónimas, otras más puntuales: “Talleres Núñez, de mi abuelo Manuel, se ocuparon del diseño de los bancos, que tienen 3,70 metros de largo, y Jesús Soria de las vidrieras”, apunta Pili Núñez.
Unos bancos que están rematados por unas águilas esculpidas, en cuya elaboración participaron tallistas de Talleres Núñez, como José César Varandela -fallecido hace escasas semanas y que recordaba, en una entrevista hecha en 2022, que “en este templo contribuyó mucha gente, fue una labor con mucha contribución de los vecinos”- o Celso Calviño, entre otros. “Había unos tallistas muy buenos en el taller de mi abuelo, era como una escuela, Faílde estuvo allí”.
De Faílde, precisamente, es la escultura de los tres pastorcillos arrodillados ante la Virgen, una más de esas pinceladas de una obra coral: el santuario de Fátima.
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