La tumba de Azovstal

En las profundidades de la planta siderúrgica de Azovstal en Mariúpol (Ucrania) se refugia la Ucrania libre acosada por los zorros atraídos por el olor a sangre y carne fresca que devorar. la última línea de resistencia contra el totalitarismo más literal subsiste en cuidados intensivos esperando un agónico desenlace que sólo un milagroso contraataque liberador podrá impedir.

La hoz y el martillo que representaron una revolución contra los opresores del pueblo y símbolo del triunfo de la libertad contra el fascismo, hoy ondean sobre unos obsoletos tanques que saltan por los aires en una Ucrania ocupada por el mero hecho de ejercer sus libertades democráticas.

La guerra va a ser muchísimo más larga y dura de lo que pensamos. Mientras queden ucranianos en edad de luchar y un arma que empuñar, Rusia tendrá un problema.

Europa cada vez envía material más contundente y sofisticado que hará de esta guerra un desgaste mayúsculo para el arsenal ruso.

La tumba en la que se ha convertido Azovstal es la misma a la que pretende Putin enviar a cualquiera contrario a su ideología. Tenemos la obligación de poner freno a esta “paja mental” de egocentrismo mundial que pretende imponer el prepotente líder “soviético” sobre un mundo que lejos de arrugarse le envía (sin acritud) una butifarra en nombre de las libertades y los derechos de las naciones a vivir libres de imposiciones dictatoriales.

Putin parece poner en práctica las terribles palabras de Hitler cuando afirmó “cuando se inicia y desencadena una guerra, lo que importa no es tener la razón, sino conseguir la victoria” o quizás, “ante Dios y el mundo el más fuerte tiene el derecho de hacer prevalecer su voluntad”. Desgraciadamente para toda la humanidad Putin pretende sembrar de tumbas Europa recogiendo el testigo dictatorial que les dejaron sus antepasados de Italia, Alemania, Unión Soviética y España.

Hoy más que nunca hay que evitar una nueva conquista de Polonia que desencadene un conflicto mundial que nos devuelva al infierno del 39.

Por el bien de la humanidad, que la tumba de Azovstal se torne un dicho metafórico y que la sensatez pacifiquen estos dos países encontrados hace ya demasiado tiempo.

Si John Lennon, Ghandi, Mandela o Luther King levantarán la cabeza, seguramente pensarían que no consiguieron hacer del hombre un ser digno de habitar este planeta.

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