CAPÍTULO 13

Boa tarde, Miguel

El olor a naftalina que flotaba en el ambiente, mezclado con el que llegaba no supo decir de dónde, empezaron a afectar de muy agradable modo a Jorge.

 

Alfredo Conde es escritor y colaborador de La Región. 

Ambos, si es que eran dos los que inundaban sus pituitarias, le recordaban en algo, eso sí, indefinible el de algún puticlub de carretera visitado en no muy lejana fecha. era una curiosa mezcla de olores, surgidos Dios sabría de dónde, que empezaron a sumir a Jorge en una especie de letargo, evanescente y grato, al que se abandonó sin pensárselo dos veces. Tan grato era.

A jorge, el primer apellido de la médium, le hacía sentir escalofríos cada vez que lo oía pronunciar. eran unos escalofríos que se le pasaban de inmediato tan pronto como resonaba el segundo y abertzale. Este incluso lo irritaba. Tan impropio era de una geografía y de un paisaje familiar tan próximo y tan enxebre como le resultaba el de Laza, también la tierra de su propia madre y no solo de la de médium. entonces todavía ignoraba Jorge que la médium, conocida en los medios como Maika Mourreau, mire usted qué cosa, le daba al opio cosa fina.

A la medio trianera morena, aunque oriunda de laza, le venía su querencia por la infusión de adormideras de la que, siendo ella niña, su madre le administraba por las noches, a fin de adormecerla.

A ese hábito sumó el de las semillas de las flores de amapolas que, en el claustro del monasterio de Samos, le había proporcionado un fraile, delgadito y frutal, que las cultivaba para aprovechamiento propio y no se sabe si de la comunidad. las cultivaba en los meses propicios en toda y entera su gama tricolor, a saber, blancas, violetas o fucsias, pues le hacían tener visiones jubilosas que lo acercaban al señor.

Fray Fructuoso, que así se llamaba el fraile, creía más en el Cristo resucitado que en el Crucificado, y se consumía en opio, poco a poco, pero sin pausa, atendiendo a su búsqueda de la luz, en un intento, es suponer que no muy desesperado, por contemplar la cara de Dios sin necesidad de tener que salir de este mundo. Fue el fraile quien le enseñó cómo esperar a que cayesen los pétalos de las flores, cómo efectuar las incisiones en las cabezas en las que habían estado insertos tales pétalos antes de venirse al suelo, y cómo aprovechar el latex, lechoso y blanco, que desprenden los cortes debidamente hechos; también a recogerlo antes de que se torne marrón para después quemarlo y aprovechar sus humos filtrados por el agua.

A opio era a lo que olía aquella casa en la que, la vidente, había establecido un exótico fumadero del que, sus humos, habían empezado a surtir efecto en Jorge. No en el comisario que o bien estaba más acostumbrado a ellos o bien padecía cierta anosmia que le retrasaba los efectos al tiempo que la constatación de su existencia.

Mientras jorge, sintiéndose vencido, se adormecía sentado en un sillón tapizado con un estruendoso lienzo de flores rojas y blancas, Maika intentaba convencer al comisario de que o bien pagaba a tocateja o no le diría una palabra; ni de lo que sabía, ni de lo que pudiese adivinar.

- Si Pujol le pagaba a la bruja Adelina, natural d’O Carballiño, a razón de ciento y medio de euros por consulta, no veo yo la razón de que un simple comisario provincial de policía no me pague a mí, hija de una natural de Laza, otro tanto...o incluso más.

El comisario al oír el razonamiento de Maika recordó haber leído que el Molt Honorable Pujol no solo había conseguido que adelina se viniese a vivir a Barcelona, abandonando las alturas andorranas en las que se había establecido, sino que se convirtió en una especie de agente literario a su servicio. desde el traslado, Pujol, convencía a sus amistades de las virtudes adivinatorias de Adelina y se las enviaba a ella como clientes. lo hacía no sin antes haberles cobrado trescientos euros de los que se guardaba en su bolsillo exactamente la mitad.

-La pela es la pela -se dijo el comisario, pero no le dio tiempo a expresarlo en voz alta. En el momento en el que el jefe de la policía orensana iba a contestarle a la oriunda de Laza resonó, lúgubre y lejana, sibilante como la de una culebra, la voz de Jorge que, ahora, mantenía abatida la cabeza hacia su lado izquierdo, el del corazón, apoyándola en la orejera de ese lado, para susurrar del modo que se dijo, lo que sigue:

- No se fíeeee, de lo que le diga esta bruja, comisaaario, la Burra de Balaan que está en el sillar derecho, al lado del capitel de los búhos, me lo acaba de explicar...!

- ¡Pero qué dice este mentecato! - le interrumpió sorprendido el comisario, mientras Maika sonreía con un sarcasmo inesperado.

- Siiii, los búhooos del capitel de la iglesia de san Xes de Francelos le han hecho el coro a la burra de Balaan mientras esta me decía que uno de los muertos, aunque no lo pareciese, había sido por ahogamiento en el río Avia.

Al oír esto Maika dio un respingo y el comisario se quedó perplejo. Todo el mundo ignoraba esta circunstancia que había permanecido oculta en el expediente iniciado. solo él, el juez y el forense, también la viuda del finado, conocían este extremo pues se había decretado el secreto del sumario sobre aquel crimen tenebroso.

Hallado el cadáver, en una poza del Avia ya cercana a su desembocadura en el Miño, la cara del difunto ofrecía un aspecto que impedía su identificación inmediata; por eso, antes de verificar huellas o incluso el ADN, las autoridades intervinientes en el caso decidieron llamar a la presunta viuda de un vecino, desaparecido hacía unas semanas, al que todo el mundo suponía exiliado en Venezuela siguiendo los pasos de una mulata colombiana a la que había conocido en un puticlub de carretera próximo al Barbantiño. Llevados de la prudencia, habían cubierto el cadáver con una sábana. al llegar la presunta viuda, esta, sin ambages de ningún tipo levantó la sábana, de un solo vuelo, observó el cuerpo y sentenció de inmediato.

- Este cadáver no es de ningún hombre de la parroquia.

El comisario, estupefacto, le había preguntado entonces.

- ¿Cómo lo sabe?
- ¡Lo sé!
- ¿Sin ninguna duda?
- ¡Sin ninguna duda!
- ¿Y cómo lo sabe?

Entonces la viuda alargó su brazo derecho, enarboló su dedo índice y con una pudibundez inusitada señaló las partes pudendas del difunto.

Aparte la consideración que la viuda, todavía de buen ver, le había producido el comisario, éste no dejó de preguntarse si aquella muerte no estaría relacionada con las tres que ahora reclamaban su dedicación y su tiempo.

Mientras el comisario reflexionaba así, Jorge, sentado en su sillón y a todas luces seguía dialogando con las sombras que envolvían a la burra de Balaan, Pero ahora, ya en franca tertulia, conversaba también, lo hacía con total placidez, con el Ángel de la espada, mientras las cabezas que al parecer eran de búhos asentían en lo que a él le estaban pareciendo carcajadas y lo desorientaban un poco...

Por su parte, Maika Mourreau, fue a dar un trago que le sirviese para sosegar su nerviosismo y comprobó que el vaso en el que, a tal efecto, había dispuesto una infusión de adormidera había sido vaciado, seguramente de un solo golpe y con toda seguridad, por el inconsciente y fallido alcahuete en el que Jorge había devenido.

 

Historia de una novela ourensana y experimental

 

Cada una de las entregas de esta novela, "El tragaluz de A Chavasqueira", está firmada por un autor diferente y desarrollada a partir de lo que han ido escribiendo los precedentes, sin permitirse a los escritores concertar el destino de su prosa y de sus historias. 

Más de una veintena de escritores, periodistas y personalidades del mundo de la cultura participan en esta iniciativa veraniega de La Región, que acoge tanto a firmas locales, como a autores del panorama nacional y puntuales colaboraciones internacionales, para solaz y disfrute de los lectores, evocando las antiguas novelas por entregas de los periódicos de ayer, y añadiendo el enigmático componente de una experiencia literaria imaginativa y artísticamente abierta. Un ejercicio libre y gratificante tanto para los autores que se están sumando a este sorprendente reto, como para los lectores, que a lo largo del verano irán descubriendo la evolución de personajes como Marta, Jorge, o Pablo, en una acción que transcurre con la ciudad de Ourense como escenario. 

Los capítulos de "El tragaluz de A Chavasqueira" podrán seguirse con La Región durante los meses de julio y agosto en las páginas veraniegas del diario.

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