Elecciones Generales 2023

Pedro Sánchez, eterno y continuo ejercicio de resistencia de un superviviente

Pedro Sánchez, durante la campaña electoral (EFE).
photo_camera Pedro Sánchez, durante la campaña electoral (EFE).

Tras resurgir en 2017, el aún presidente del Gobierno recuperó la sonrisa intentando huir de su aparente frialdad


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Resurgió de sus cenizas en 2017 tras ser expulsado como líder del PSOE, fue investido presidente del Gobierno por primera vez en 2018 tras ganar una moción de censura y ahora Pedro Sánchez afronta nuevos retos de su “manual de resistencia”, más incluso tras su “no derrota” de ayer.

El anuncio del adelanto electoral pilló por sorpresa incluso a miembros de su partido, pero era coherente con la trayectoria de Sánchez, quien a lo largo de los años ha demostrado sus dotes como estratega político, su capacidad de reinvención y su espíritu de resiliencia, que quedó plasmado en su biografía.

Poco después de ser elegido secretario general del PSOE en 2014, el rey le encargó la formación de gobierno tras las elecciones generales de diciembre de 2015 al no contar Mariano Rajoy con el respaldo necesario, pero Sánchez fracasó en su intento con dos investiduras fallidas, pese al pacto suscrito con Ciudadanos.

La repetición electoral de junio de 2016 marcó un punto de inflexión para Sánchez, que asumió una de sus posturas más arriesgadas y polémicas de su carrera política con su negativa a la investidura de Rajoy como presidente del Gobierno.

Sánchez se enfrentó entonces a la mayoría del grupo parlamentario socialista (partidario de la abstención), renunció a su escaño y fue expulsado como líder del PSOE, pero en mayo de 2017 resurgió con el apoyo de la militancia, que lo eligió nuevamente como secretario general del partido en unas primarias.

Los acontecimientos empezaron a cambiar a favor de Pedro Sánchez, que en junio de 2018 se convirtió en el primer presidente del Gobierno de España investido tras ganar una moción de censura, presentada en este caso contra Rajoy, aunque el rechazo del Congreso a sus primeros presupuestos lo llevó a convocar elecciones en abril del 2019.

Sánchez ganó pero no logró apoyos suficientes para ser investido presidente, por lo que fijó una repetición electoral en noviembre de ese mismo año tras la que formó junto a Unidas Podemos el primer Gobierno de coalición de la historia de España.

Un Gobierno en el que Sánchez ha vivido numerosas crisis internas con sus propios socios, como las fuertes discrepancias que los enfrentó con la reforma de la ley del solo sí es sí, pero también retos llegados del exterior, entre ellos la pandemia, catástrofes naturales como la nevada Filomena o la erupción del volcán de la Palma, así como las consecuencias económicas y políticas de la guerra en Ucrania.

Tuvo que sobrevivir a críticas no solo por parte de la oposición sino también entre miembros del PSOE, como la reforma del delito de sedición, la aprobación de la ley de memoria democrática o el cambio de postura respecto al Sahara Occidental, algo que el propio Sánchez ha negado.

Sánchez intentó antes de estas elecciones desmontar la imagen de persona fría, calculadora, ambiciosa y sin escrúpulos, sin perder de vista su dimensión en la política internacional. Ayer recuperó además la sonrisa en el balcón de Ferraz.

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