CON PRIMA DE RIESGO

El banco, el Gobierno y el ciudadano: puntos a favor o en contra para hablar de un rescate

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Lo que el señor ministro quería decir con su definición es que es un “instrumento financiero” de pérdidas diferidas

El título de esta semana parece el principio de un clásico chiste que a todos nos han contado alguna vez. La verdad es que España es conocida por nuestro sentido del humor pero también por nuestras crisis bancarias,  ya que la historia de España de crisis bancarias “está servida”: La crisis de 1866 afectó a la banca y la bolsa; la de 1882, que con una duración de seis años fue la más larga del proceso histórico hasta que llegó la actual. Otros periodos de crisis han sido 1892-1897, 1914 a 1916, año 1920, año 1924, de 1931 a 1934, o de 1976 a 1981. Como pueden ver España tiene un amplio historial de crisis financieras, aunque en honor a la verdad, la mayor parte tienen su origen en grandes crisis de origen Europeo o, a partir de la segunda guerra mundial, con origen internacional. 

Por desgracia las nuestras tienen una diferencia en relación a nuestros vecinos europeos, ya que según el economista Carles Sudrià suelen provocar un mayor efecto negativo sobre el crecimiento económico del país que la media de Europa.  Los ajustes en los sectores es algo habitual ya que todo sector y toda empresa responden a un ciclo de vida con un nacimiento, un crecimiento, una maduración y una época de crisis que puede dar lugar al cierre o a una reconversión, con sacrificios y costes tales como de salida de la dirección, despidos de trabajadores, venta de instalaciones o pérdida de dinero de los accionistas. 

La cuestión a debatir es cuándo estas pérdidas son asumidas por el Estado, es decir, por todos nosotros. El último gran rescate bancario, es una muestra de tal debate. España ha desarrollado desde el segundo mandato de Zapatero un proceso de transformación de la banca española que ha exigido que el Estado haya puesto encima de la mesa una importante cantidad de dinero, digamos que unos 60.000 millones, ya que cada fuente pública aporta distintas cantidades (¡qué país!). Este dinero se reparte entre aportaciones a fondo perdido, avales por los que responde el Estado, o sea todos los españolitos, y otros productos financieros como es el caso de la SAREB también conocido como “banco malo” y que no deja de ser un “instrumento financiero”, según el ministro del ramo. 

Lo que el señor ministro quería decir con su definición es que es un “instrumento financiero” de pérdidas diferidas, es decir que el volumen de la pérdida de la burbuja del ladrillo lo iremos repartiendo entre los próximos 20 o 25 años, o más (vaya herencia dejamos a nuestras próximas generaciones), y a pesar de lo que dicen de que el SAREB pueden llegar a ganar dinero, no se engañen, este modelo de actuación, ya se ha usado en otros países como los famosos nórdicos y no con “buenos” resultados para el bolsillo del contribuyente. Como pasó con el caso del Fondo Noruego. 

RESCATE NECESARIO
En general nos han contado que el rescate era necesario para la salvaguarda los ahorros de los clientes de la banca, justo lo que el ministro de Económía afirmaba en la crisis de intervención de Banesto del año 1993. También nos ha dicho que es por asegurar la solvencia del sistema conjunto de la banca, pero esta excusa es de viejo, ya que se lleva usando desde la primera crisis financiera de España, la de 1866. Donde un ministro de Hacienda, D. Pascual Madoz para mayor seña, defendía la aportación de subvenciones a las empresas ferroviarias cuyo hundimiento estaba arrastrando al sistema bancario muy relacionado vía créditos.  Imagínense por un momento que le damos 60.000 millones al sector de la construcción de España, ¡vaya fiesta!

Como ven, la historia es sabia y nos enseña que las crisis son cíclicas y que cuando la banca sufre crisis el resto del país también sufre. Pero la historia nos da más enseñanzas, como por ejemplo porque el último rescate era necesario. Existen muchos motivos pero el que hoy defiendo es que resolver el problema de la crisis financiera acota la duración de la crisis en España y reducir su impacto en las cuentas de la banca también reduce el impacto en la economía. 

Aceptando a regañadientes la necesidad del rescate, debemos hacer otras consideraciones. La historia también nos enseña que el problema de las crisis proceden de los excesos: de los excesos para conseguir clientes; de los excesos para conseguir rentabilidades; de los excesos en la flexibilidad legislativa y porque no decirlo, en los excesos de la “avaricia” humana. En todas las crisis financieras han ocurrido dos cuestiones; que la banca ha puesto  “demasiados huevos” en un sector, y que el regulador versus Gobierno o Banco de España se han olvidado de su principal papel: controlar.  La historia nos enseña cuando queremos escucharla.
 

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