50 euros, importe mínimo para invertir a través de crowdfounding
“Las grandes ideas, aquellas que realmente mueven las voluntades, son comprimidos de simplicidad.”
Ana, sentada delante de su ordenador, busca información a través de la red, navega de una página a otra, deteniéndose casualmente, en una reseña de cultura histórica. Una imagen de un grupo y a su pie la información que da entidad al clan:” las poderosas familias renacentistas, Sforza y Médicis en Florencia han sido mecenas de artistas como Da Vinci o Miguel Ángel.” “Ah!”- exclama- “mecenazgo”, “algo así como los capitalistas de hoy con fines filantrópicos en arte”. Mueve el ratón, pasando a la página consecutiva; y viaja virtualmente del pasado al presente.
“Los mecenas como vehículos de inversión colectiva: el micromecenazgo”, reza un titular llamativo. Ana lo intuye como interesante y decide enviar un whatsapp colectivo a su grupo de encuentros cerveceros de los jueves.
Lo forman contables, ex empleados de banca, y algún informático en paro que recién ha rematado un contrato precario, en uno de los pocos ciber que aún sobreviven en la pequeña ciudad. Para todos ellos puede ser de interés esta nueva corriente de cultura colaborativa, como una salida laboral.
“El crowdfunding, se abre paso en el sector inmobiliario, se trata de un micromecenazgo”, reza el texto de whatsapp enviado. Comienzan a aparecer imágenes en la pantalla, que traducidas a ideas, informan que por primera vez, y de la mano de internet, en el que los únicos límites son los mentales, se resquebrajan las antiguas barreras del mercado inmobiliario, democratizándolo, haciéndolo accesible individuos y pymes.
Pudiera parecer un bucle de información pero, es sencillo. Se trata de crear un perfil virtual, en una página de inversión inmobiliaria; registrarse con el DNI, y abrir una cuenta corriente, donde transferir fondos, que pasan a la cuenta de una sociedad limitada creada por un promotor que gestiona un proyecto por cada propiedad, para inmunizarlas del riesgo de las otras.
Recaudada la cantidad precisa, el inmueble se compra, se reforma, se alquila y se vende entre los 2 y 5 años posteriores. Su tasación es automática; una herramienta de big data sustituye la figura del tasador, actualizando su valor, una vez al mes, en base a 43 fuentes de información existentes.
La plataforma virtual se queda con un 10% de los beneficios generados por el alquiler y la venta. Y el usuario de la plataforma recibe mensualmente un dividendo proporcional a la cantidad invertida. Su seguridad viene dada por la obligatoriedad de supervisión de la Comisión Nacional del Mercado Valores, donde la plataforma debe estar dada de alta.
En el supuesto de que el proyecto, no llegase a materializarse, el inversor recupería el dinero, y si hubiese morosidad, existe un colchón para imprevistos de un 4,5% de la inversión total. Ana siente que tiene un mundo en sus manos, gracias al ratón de un ordenador. Por primera vez en la historia, todos, somos productores y consumidores al tiempo.
Es una grieta, en lo que antes era un muro sólo admisible para inmobiliarias, grandes capitalistas y empresas. Pero un creativo sólo tiene razón de ser, si es un cuestionador de lo establecido. Aunque el mundo indomable, indigerible, irracional e incontrolado siga ahí fuera. Hoy, nuevos caminos, son ya, posibles.