JUICIO EN CORUÑA

El acusado de asesinar a su casero en Outes alega defensa propia

El acusado, que había llegado apenas un mes antes a Galicia desde Barcelona en busca de trabajo, sufrió según el  durante semanas a un casero que "tenía una actitud coactiva y amenazante"

El hombre acusado de haber asesinado presuntamente a martillazos a su casero en la localidad coruñesa de Outes ha reconocido hoy que lo hizo en defensa propia tras sufrir "acoso y coacciones" y haber sido atacado "con un cuchillo", lo que provocó que actuase "presa del pánico".

Mirko S., de nacionalidad italiana y 32 años, ha testificado hoy en la sección segunda de la Audiencia Provincial de A Coruña por unos hechos que ocurrieron la noche de San Juan de 2011, cuando acabó con la vida de Ramón Rúa Míguez tras golpearlo en la cabeza con un martillo.

El acusado, que había llegado apenas un mes antes a Galicia desde Barcelona en busca de trabajo, sufrió durante semanas a un casero que "tenía una actitud coactiva y amenazante", pues entraba en su habitación "con los pantalones bajados para pedir felaciones" y en una ocasión "con una navaja", e incluso decía que si se negaba a sus peticiones lo echaría.

Ha confesado que en ocasiones accedió a las pretensiones de su casero "para seguir en la casa" aunque le da "asco decirlo", lo que motivó que buscase otra vivienda.

De hecho, cuando llegó a la casa de la víctima tras conocerla en la estación de autobuses de Noia, le ofreció "cien euros al mes" por el alojamiento, a lo que aquel le dijo "que no hacía falta, que llegaba con echarle una mano con la granja".

La noche de San Juan, la víctima "sacó un cuchillo" tras una discusión motivada porque el procesado quiso abandonar la casa y, según la versión del acusado, lo atacó, por lo que él se defendió y, tras calmarse, hubo otro ataque al que este italiano respondió "cogiendo un martillo y golpeándolo tres o cuatro veces en la cabeza".

"Cuando vi lo que había pasado me quedé impresionado, perdí el sentido, me desmayé. No sabía si estaba vivo o muerto. Era presa del pánico. Pensé que sufriría un linchamiento del pueblo. No sabía lo que hacía", ha relatado, y se ha mostrado "arrepentido" por lo que sucedió.

Ha llamado la atención acerca de que es una persona "legal" que colaboró en todo momento "con la Policía y el juez", porque nunca quiso "matar" a una persona a la que había "tratado como a un padre" pues le dio cobijo cuando lo necesitaba, aunque no en las mejores condiciones.

Incluso ha relatado que tuvo que dormir "una noche a la intemperie" porque no le abrió la puerta y, en otra ocasión, tuvo que pedir una cama al dueño de la pizzería que le había dado trabajo.

Según su abogado, fue despedido una vez contratado por culpa del casero, que no le transmitió un aviso importante tras un único día de trabajo.

Su defensa ha hecho hincapié en su infancia difícil, ya que vivió solo en Italia tutelado por los Servicios Sociales desde los diez años, e incluso el procesado ha roto a llorar cuando fue preguntado sobre esta etapa.

Éste ha reconocido que tuvo que estar ingresado en un "centro de higiene mental" en su país porque padece un trastorno bipolar, ansiedad, es dependiente y muestra una conducta autodestructiva, entre otros trastornos que, junto con la legítima defensa, hacen que su letrado pida la libre absolución.

El fiscal considera que el acusado es autor de un delito de asesinato por el que pide veinte años de prisión y 100.000 euros de indemnización para los tres hijos de la víctima, mientras que la acusación particular aumenta la petición hasta los veinticinco años y 150.000 euros. 

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