SOLIDARIDAD

'La Mercería de Chus', historia de una heroína a la que solo venció el cáncer

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photo_camera María la amiga de Chus fallecida por cáncer.

"La mercería era la vida de Chus", apunta María, y añade que era, además, "su independencia, su ilusión y su refugio".

Chus, así la conocían, tenía 58 años cuando el cáncer le arrebató la vida y la alejó físicamente de sus seres más queridos. Sucedió el pasado junio, pero seis meses más tarde su esencia y su memoria permanecen, en parte gracias a su mejor amiga, María José González Antolín, que hoy reabrió 'La Mercería de Chus'.

Una de cada ocho mujeres se enfrentará a lo largo de su vida al cáncer de mama, y si estos números son abrumadores, apabullante y asombrosa también es, en ocasiones como esta, la solidaridad humana.

Desde que Chus, originaria del barrio de Paradais, y María se conocieron, fueron inseparables. Ambas mujeres cimentaron una amistad que empezó cuando la malagueña María llegó a Lugo y se instaló encima de la confitería 'Mosteiriz', que regentaban Chus y su marido, ha recordado esta andaluza en una conversación.

Chus nunca tuvo una vida fácil y recibió un gran revés cuando su marido enfermó, con resultado de muerte, y se vio obligada a reinventar su existencia y a convertir la que fuera una casa de pan y pasteles, en la que él era quien elaboraba los productos que se vendían al público, en un local de hilos, medias y ropa interior.

Fue así como nació, a finales de los noventa, 'La mercería de Chus', a la que la protagonista de esta historia se consagró en cuerpo y alma, mientras atendía a su marido, cada vez más enfermo.

"La mercería era la vida de Chus", apunta María, y añade que era, además, "su independencia, su ilusión y su refugio".

Las adversidades y la desdicha no fueron capaces de tumbar la alegría de Chus, una mujer luchadora y muy querida en el barrio, tanto que de ella se habló tanto antes como después en el periódico El Progreso.

"No hay nadie que no diga que era una persona encantadora. Ayudaba a todo el mundo que se lo pedía. Era muy servicial", evoca presa de la emoción la que fue su gran confidente, y la persona que recuerda que, como "no hay dos sin tres", hace cuatro años Chus se tuvo que enfrentar a otro "varapalo" del destino, un diagnóstico: cáncer de mama.

El trabajo siguió entonces siendo su salvaguarda y la tienda, que con tanto cariño y empeño levantó, su evasión más preciada, mientras recibía, día tras día, sesiones de quimioterapia que no acababan con su fuerza y con su espíritu combativo.

Tras una operación, todo parecía que indicar que se vislumbraba el final del túnel, pero esto acabó por ser un falso espejismo, ya que en enero de 2014 Chus fue ingresada de urgencia en el hospital.

"Nos dijeron que estaba terminal. Muy malita, muy malita, mucho. Nos decían que le daban, a lo sumo, dos meses de vida", rememora con tristeza María.

A partir de entonces, a la familia de Chus y a su mejor amiga se les vino "el mundo encima" y no se vieron capaces de decirle, a una mujer con "muchas ganas de vivir", que sus días "estaban contados".

Contra viento y marea, Chus luchaba por su vida todos los días y le decía a María que por qué no se hacía ella cargo de su negocio.

"Me decía: malo será que no esté para la inauguración", cuenta la malagueña, que cuidó de su amiga hasta que, a principios de junio de este año, se borró su sonrisa, y todo por culpa de un mal que ganó la batalla a una "súper-heroína".

María se dedicó a trabajar como hacía siempre durante la época estival como recepcionista de un hotel, labor que desempeñaba desde hacía unos años, pero los hijos de Chus siempre que podían le decían que recordase que la mercería "estaba ahí", que su madre confiaba en ella y que ellos no dudaban en respetar su voluntad.

"Me vi apoyada y me lancé. Pero siempre intentando conservar la esencia de mi amiga", subraya.

Ahora no tiene productos de mercería, solo de lencería, pero el letrero que preside este establecimiento es el mismo porque estaba segura de que "no quería cambiarlo".

Hoy es su primer día, el día de una puesta de largo especial en la que se mezclan infinidad de sensaciones y de emociones, como la ilusión de reenganchar un proyecto y "la posibilidad de defraudarla".

"Espero no decepcionarla. Ella estaba convencidísima, siempre me estaba animando", confiesa, y adelanta María que ella va a intentar hacer todo lo que esté en sus manos para que funcione y, para, al menos, no quedarse con esa "espinita de no haberlo intentado".

"Chus era una mujer emprendedora, nada cobarde. No le hubiera gustado que me hubiese metido debajo de la mesa", puntualiza.

Por ello, concluye: "Ella se lo merece. Va con todo mi cariño".

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