Podólogos recuerdan las consecuencias del uso de tacones: esguinces, deformaciones y sobrecargas

Tacones.
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Los expertos del Colexio de Podólogos de Galicia señalan que las consecuencias del empleo de este calzado no se reducen exclusivamente al pie, sino que puede afectar al tobillo, las rodillas, la cadera, la espalda e incluso a la postura corporal. 

El uso de tacones está cada vez más extendido y este calzado adopta una mayor variedad de formas, alturas y anchuras. El Colexio de Podólogos de Galicia (COPOGA) recuerda que se deben emplear "con criterio y en contadas ocasiones a lo largo del año, dado que suponen un aumento de los riesgos, tanto para el pie como otros derivados a nivel general".

Además, "producen mayor inestabilidad, causando caídas y lesiones, como esguinces o distinta presión en los pies", añaden. Uno de los problemas derivados del uso de tacones es la superficie de contacto con el suelo. Si el tacón es de aguja, es más frágil y se produce un mayor riesgo para el pie.

Además, al emplear este tipo de calzado "se produce un desplazamiento de las presiones que sufre el pie, que dependen principalmente de la altura del tacón. A mayor altura, mayor peso va a soportar la zona anterior, lo que genera complicaciones físicas, como la deformación de la bóveda del pie o el acortamiento de los gemelos".

También explican los podólogos que su uso tiene consecuencias para los dedos, ya que al tener la zona anterior más baja que el talón "se da un desbalance en los tendones del dorso y de la planta, generando una sobrecarga y deformaciones, como son los dedos en garra o en martillo. A mayores, la posición en la que está el pie puede producir helomas (callos), debido al roce de los dedos, o ampollas", concluyen.

Los podólogos señalan que las consecuencias del uso de tacones no se reducen exclusivamente al pie, sino que pueden afectar al tobillo, las rodillas, la cadera, la espalda e incluso a la postura corporal. Por ejemplo, la máxima flexión de la cadera disminuye conforme aumenta la altura del zapato para quienes están acostumbrados, pero ocurre al revés para quienes no lo están. A nivel rodilla, la máxima extensión disminuye con la altura, mientras que en el tobillo la adaptación es diferente en cada pie, lo que se junta con la exageración de la flexión dorsal al caminar descalzo.

A esto se suma una mayor fatiga por al aumento del gasto energético que supone llevar tacones, ya que existe mayor balanceo en la postura y mayor frecuencia de pasos, dado que se vuelven más cortos.

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