CRÍTICA - CINE

"Venom"

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photo_camera Un fotograma de la película.

La cinta apela al humor disparatado y surrealista en lugar de a la brutalidad original del personaje, todo ello aderezado con dosis de efectos digitales

Venom, el simbionte enemigo clásico de Spider-Man en los cómics de Marvel, debuta en la gran pantalla en solitario con un filme dirigido por Ruben Fleischer y protagonizado por un siempre sudoroso Tom Hardy que afronta absolutamente entregado a la causa el doble reto de ser anfitrión y parásito.

Totalmente emancipado de su némesis arácnida, el del viscoso parásito alienígena es el primero de los filmes basados en personajes de la Casa de las Ideas relacionados con el mundo de Peter Parker que está desarrollando Sony Pictures. Un espacio cinematográfico conocido como ‘Spiderverso’ al que está previsto que lleguen pobladores como el vampiro Morbius, Silver Sable o Kraven el Cazador y que arranca de forma distentida y autoconsciente, pero demasiado mesurada.

La violencia extrema y el humor negro como el betún debían ser, a priori, las notas dominantes en una película de un personaje como Venom. Pero no. Para no arriesgar su taquilla -parece que éxitos como Deadpool o Logan no han calado en todas partes por igual- el filme de Fleischer se pliega, se se anestesia, para lograr calificación más laxa y sacrifica así potencial y, sobre todo, pegada.

En lugar de ese filme salvaje y brutal que nunca sabremos lo que pudo ser, este Venom apela al humor disparatado y surrealista para intentar que el simbionte y a su anfitrión, el periodista Eddie Brock, caigan en gracia al respetable. 

Un villano desprovisto de todo carisma, la dudosa química entre Hardy y Michelle Williams o las dosis de efectos digitales de rigor metidas con calzador tampoco ayudan a un filme que avanza a trompicones, pero que es lo suficientemente delirante para no llegar a aburrir en ningún momento.

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