Representan lo sagrado, la visión de la Epifanía de Jesús a través de un arte cargado de historia hoy en dura competencia visual. Aunque representa la fe cristiana, no pocos lo practican por convicción cultural.

El arte con intención y mensaje

Hay relatos en los que inicio, nudo y desenlace están a la vista, relatos en los que la trama no se esconde, se repite tantas veces y casi da igual. La tradición belenística lleva muchos años en pie, y lo que representa está escrito en las Sagradas Escrituras desde mucho antes.
Hay belenes bíblicos que siguen al pie de la letra lo escrito; napolitanos, ornamentados a rabiar; populares, en toda la amplitud del término, tanto en la sencillez de los materiales como en la temática descrita; abiertos y cerrados, en lo relativo a la concepción del montaje. Y por haberlos los hay hasta curiosos, en Ourense el de Enrique de León, proyectado durante años en un viejo 600, pudiera ser uno de ellos.

Sea como fuere, lo que en un belén no quedará al margen es la atención a los denominados 'Misterios' alusivos a la Epifanía de Jesús. Uno, que -si no desde la fe- tiene claro que vive y respira de la tradición judeo cristiana, se plantea si detrás de esta mimética representación de lo sagrado hay algo más que un ejercicio plástico, y así lo pregunta. 'Paz y bien es el lema descrito por Francisco de Asís. El mensaje está claro', apunta Natalio Blanco, quien hoy representa a la Asociación de Belenistas en Ourense. 'En la Asociación los hay que profesan la fe abiertamente y otros menos', añade.

Lo cierto es que guiados por la fe o anclados en la mera convención cultural, el belenismo recoge una simbología que vive en la tradición y que la monumentalidad que algunos de estos buenos ejemplos representan, llenan, no sé si el espíritu de unos tiempos poco proclives, pero sí al menos relajan la visión.

Desde la Catedral al Belén de Baltar, del Liceo al Ateneo; del arte recogido en las parroquias -con buenos ejemplos en la de Cabeza de Vaca o en Santa Eufemia- a los colegios. La trama se repite una y otra vez; no importa, o sí, ahora falta que cale el mensaje.

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