REPORTAJE

La carta bomba se inventó en Ribadavia

CHAO
photo_camera Eduardo Chao.

El ribadaviense apellido Chao, quedará para siempre ligado a la historia de la revolución liberal del XIX. El progenitor  de la saga José María Chao, además de bregar en la guerra de la Independencia, sería pionero en un invento tan sangriento como el de las cartas bomba. Fue en 1829.

Cuando el general Nazario Eguía, capitán general de Galicia, recibió un sobre con la inscripción de "Urgente V.E.", no sospechó absolutamente nada. El sobre, que había sido enviado supuestamente desde León, así constaba en el remite, sería, como se demostrará en breve, un alarde de intriga y paquetería. El ayudante del militar, displicente en las órdenes, abre el sobre, que contiene a su vez un segundo; “Urgentísimo y reservado”, indica. El militar insiste; él, remiso, obedece. Ante un tercer pliego, “Del Rey, para el general Eguía”, el de Durango, un tipo duro, curtido en el frente y furibundo monárquico absolutista, se da por vencido. “Veamos”, le indica. Dirigiéndose a la mesa, donde apoya el sobre en uno de los cajones abiertos, introduce el índice por uno de los dobleces y lo rasga en dos piezas. El estruendo de una explosión ensordece el ambiente, la mesa salta en pedazos, el militar y la silla ruedan por el suelo. Una de sus manos está destrozada, también el vientre y la cara. Con los restos del fulminante adherido a su dedo, en su pensamiento no hay duda. “¡Nadie más que Chao es capaz de inventar obra tan perfecta!" El episodio, de sobra conocido, lo relata Manuel Curros Enríquez en la biografía de Eduardo Chao (1880) editado en La Habana por la editorial “Propaganda literaria”, propiedad de Alejandro Chao, otro de los protagonistas; baluarte editorial del mensaje liberal hecho cultura.

El XIX, siglo convulso
La fama de conspirador de José María Chao (Lebosende, 1790-Vigo, 1858) no era exclusiva del personaje, todo el XIX fue un continuum de maniobras entre conservadores reaccionarios y liberales extremistas, aferrados a la evolucionada Constitución de Cádiz (1812), que gozaría de poca salud. Hasta la muerte de Fernando VII, en 1833, el exilio político liberal fue constante, después también, con el agravante de las guerras carlistas por no reconocer a la sucesora al trono, Isabel II. El general Eguía, aún manco y reaccionario, sería un protagonista de aquella guerra, al menos hasta el Convenio de Vergara.
La carta bomba de José María Chao llevaba pólvora fulminante y vídrio molido, mezclados con arsénico. Eguía representaba el freno a los ideales de progreso, el Ejército lo era, también la Corona, la Iglesia y la oligarquía. La policía de Fernando VII realizó importantes pesquisas, se pusieron en juego 40.000 reales y un posible indulto para el delator, en caso que fuera cómplice del mismo.

Establecido en Vigo desde 1926, la farmacia del ribadaviense era un centro de conspiración liberal. La acusación del general Eguía era firme, la trayectoria del farmacéutico y químico -desarrollaba sus propios medicamentos-, no invitaba a otra cosa. Tras participar con el Batallón de los Literarios en la Guerra de la Independencia de la mano de Wellington en varios episodios, Chao ingresa voluntario en el Ejército como practicante de farmacia hasta 1814. Después como miliciano durante la breve etapa liberal (1820-1823). Hubo varios detenidos, Chao entre ellos. Durante un tiempo fue recluido en el castillo de San Antón. Pese a las pruebas presentadas, quedaría en libertad. El autor de la primera carta bomba volvería varias veces a prisión por sus luchas ideológicas; también le llegarían los reconocimientos.

Los Chao, unidos a la causa liberal y a Rosalía

El matrimonio de José María Chao con Francisca Fernández, de O Carballiño, tendría 7 hijos: Alejandro, Concha, Eduardo, Emilia, Cándida, Julia y Camilo. En Ribadavia nace el mayor, Eduardo (1822; Madrid, 1887), a quien acompaña un permanente poso de tristura en su semblante; según Curros Enríquez la melancolía estaba derivada del sufrimiento “de los que le rodean”. Además de Farmacia, que cursaría en Santiago y en Madrid, sería periodista, historiador, naturalista y miembro del Partido Demócrata, y llegará a ser ministro de Fomento en la Primera República. En Madrid compatibilizaría la política, en varias ocasiones diputado por Ourense, con el periodismo combativo, en la Gaceta; también vivió el exilio político (1865-1866).

Alejandro (Vigo, 1838-1894) fue periodista y editor. La causa liberal tuvo mucho que ver con su proyectos: la Oliva, periódico nacido en Vigo en 1856 marcó los tiempos, y lo que queda de relato. De talante liberal, el periódico lo fundan Juan Compañel, José Ramón Barreiro y Alejandro; eran cuñados. Suspendida la publicación por orden gubernamental, el Miño, en 1858 tomaría el relevo en la causa progresista. El nombre de la cabecera fue idea de Manuel Murguía; la amistad entre ellos fue clave, de aquella imprenta viguesa saldría Cantares Gallegos (1863). Los Chao tuvieron mucho que ver en el matrimonio, la primera hija se llamaría Alejandra en su honor. Instalado en La Habana, Alejandro Chao edita, entre otros tótem editoriales galaicos, Follas Novas, 1880. A Manuel Murguía, en Madrid, le encomendó “La ilustración gallega y asturiana”. Duró 4 años, y fue una ruina, pero como propósito sólo se pretendía crear una nueva Galicia. Casi nada.

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