La viticultura ourensana demuestra su calidad en los mercados, pero también en el interés que despierta en grupos bodegueros foráneos que ven en las cuatro denominaciones de origen de la provincia una posibilidad de ampliar su catálogo de productos.
Hace ya años que el sector en Ourense ha hecho una apuesta decidida por la calidad, el cultivo de las variedades nobles y la promoción de los vinos que aquí se cultivan, se producen y se comercializan. Por lo tanto, a nadie debiese extrañar que a las bodegas de esta tierra le salgan novios que las quieran cortejar.
Eso, como casi todo en la vida, comporta un elemento que quizá no sea tan positivo. El libre mercado no conoce fronteras y crece por encima de líneas imaginarias, de ahí que las empresas de mayor tamaño se coman a las ourensanas, más pequeñas. El reto es, sin duda, que las nuestras ganasen en dimensión y superficie cultivable y el efecto fuese el contrario: que las bodegas ourensanas saliesen a comprar otras fuera de la provincia, pero eso se da en muy pocas ocasiones. Es la excepción.