Pasó lo que pasó

Espiados tras la puerta

La cola para hacer gestiones en el Concello recorría toda la Praza Maior en la mañana de ayer (MARTIÑO PINAL).
photo_camera La cola para hacer gestiones en el Concello recorre la Praza Maior. (Foto: Martiño Pinal)
Dicen los trabajadores del Concello de Ourense que hay asesores del gobierno local que ejercen de mirones, que les graban, no haciendo sus cosas, sino por no hacer nada. Y se quejaron. No fueron los únicos.

Hablaron, pero siguen sin oírles

Habían llegado una semana antes ellos y ella, sobre todo ella, con el zurrón cargado de lugares comunes, repletos de oraciones principales, ninguna subordinada. Atiborrada de exigencias al contrario. En el discurso político jamás hay un sin embargo. Los representantes de los ciudadanos de esta capital se creen con tantas razones que las tienen todas. El discurso plano, debidamente planchado, no debe alterarse con preguntas, menos si son incómodas. Faltaría más. Al otro lado de la realidad vegeta una grey a la que no hay que dedicar mucho tiempo. Se invierte la tendencia: el que no pisa la calle sabe lo que hay en ella. Un periodista dijo hace unos días que los representantes de los ourensanos en el Concello no deberían salir a la calle, los que debían hacerlo son los ciudadanos para decir alto y claro hasta dónde están. Algunos de ellos sintieron el vértigo y el placer de tener opinión y expresarla sin ambages ante las cámaras de Telemiño. El presidente de la junta de personal del Concello dijo que los trabajadores de la institución "son espiados por parte del personal eventual del alcalde, que nos graba, y esto no es normal". La directora de Cáritas denunció "que se tarden tres meses en atender a quien no tiene para pagar el alquiler o darle de comer a sus hijos; eso es inaceptable". El presidente de la plaza de abastos urge "soluciones porque el espectáculo que están dando los políticos es deplorable". Un gestor cultural percibe que lo que pasa en Ourense "é consecuencia dunha desconexión dos partidos cos cidadáns". Un representante del sector urbanístico denuncia que la corporación "no escucha, están centrados en sus cuitas, tienen que sentarse, que sea uno u otro alcalde a la ciudadanía ya no le importa". Lo dijeron públicamente, quitándose las mordazas provincianas que todavía nos enmudecen. Se arriesgaron a ser vituperados en los vomitorios de las redes sociales, crecidos con la cobardía del seudónimo y el perfil falso. Se quitaron los complejos y dieron la cara sin temer que desde las trincheras políticas socavasen su dignidad con los epítetos de fascista o comunista, que a eso hemos reducido la convivencia últimamente. Hablaron y eso es noticia. Al menos en Ourense, aunque sospechen que no se les hará ni puto caso. 

La fila como otro reclamo turístico

El silencio también cae sobre la fila india que cruza la Plaza Mayor con la mansedumbre y la necesidad de quien espera por el sello de la cartilla del racionamiento. Es el Ourense de los contrastes: al lado de los soportales está el tren chu chu y los escasos visitantes miran si la fila es un reclamo turístico, como los castellers catalanes o los aizkolaris vascos. Al otro lado de la plaza, en las terrazas la gente se entretiene contando las personas que están a la cola mientras se bajan una pinta de cerveza o un café con una nubecilla de leche, como se dice ahora. Que pase el siguiente, se oye por allí cerca. Y la cola, lentamente, se mueve al ritmo de un paquidermo. Llegar a la ventanilla es la meta. Bienaventurados los mansos porque ellos poseerán la tierra.

La vida es eso que dice la estadística

Decía Lennon que la vida es eso que pasa mientras hacemos planes. O hacemos cola. Vida debe ser también eso que sucede mientras un político te dice que te la va arreglar. Es eso que pasa mientras en el sector textil se ventilan de un plumazo más de 300 empleos en Ourense para que los que queden no les toque la china y puedan seguir. Eso que pasa mientras la entidad bancaria a la que confías la pasta te cobra por ella, te vacila para hacer una gestión, se ventila una veintena de sucursales en la provincia y enseña la puerta de salida a decenas de trabajadores. La estadística esconde en una cifra un rostro porque los números tienen poca alma. Las encuestas laborales dan brochazos a la pandemia, dándonos una ensalada de porcentajes de activos, ocupados, parados y mediopensionistas. Los números no salen, no es su función, pero esconden bien los rostros enjutos que está dejando esta pandemia.  

Se fue de puente y de escaleras

El alcalde Jácome se fue de puente de primero de mayo a tierras catalanas y dijo, para que colase, que iba a ver escaleras mecánicas para copiar el modelo y traerlo a Ourense. Ahora cuando te das el piro se llama irse de escaleras mecánicas. Dejó de alcalde en funciones a Armando Ojea, al que solo le dejó las llaves del coche oficial para que se lo aparcase bien porque él no sabe. Ojea pensó que el traspaso de poderes comportaba el maletín con las claves del botón nuclear, pero solo le dejó la llave para que le regase las plantas. Eso sí, le exigió que cerrase bien, no fuese que se le colasen Jesús Vázquez o Villarino, que siguen zurrándose, reeditando el duelo a garrotazos de Goya. 



Al poner la lupa | Compañeiros do metal, ahora dixital

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Los "compañeiros do metal" aún no han girado al "compañeiros do dixital". El Primero de Mayo ya deja lejanas las esencias de la Revolución Industrial aunque algunos sindicatos aún reivindiquen "os vinte minutos do bocadillo" y denuncien que "obreiro parado, patrón colgado". Todo ha quedado en un simple "PSOE, PP, a mesma merda é". La pancarta sigue siendo el atrezzo imprescindible, más que el megáfono y la consigna. Pero, detrás de la escenografía queda, efectivamente, que siempre hay deudas a saldar con la gente trabajadora. Hoy más que nunca.


El portafotos | Adriana Domínguez

Adriana Domínguez, presidenta de Adolfo Domínguez, estaba flanqueada por Antonio Puente, director general, y Patricia Alonso, directora de marketing y comercio electrónico. Comparecían por videoconferencia para presentar los resultados de la compañía, que no han sido buenos.

Antonio Puente, directora general, Adriana Dominguez, presidenta ejecutiva, y Patricia Alonso, directora de marketing y e-commerce de Adolfo Dominguez_resultado

Su departamento de comunicación remitió una fotografía en la que Adriana aparece de azul oscuro, con una sonrisa giocondesca, enigmática. Ese brillo en la mirada que tantas veces lució está un poco empañado. Los párpados parecen pesar, la expresión es grave. Es la estética de la trascendencia, de la dificultad, del esfuerzo titánico por torcer el pulso al covid con la vacuna de las ventas. Adriana, de preciosa voz y acertada modulación, comienza a explicar las sensaciones que han tenido en la icónica marca en este año "retador". Elige palabras adecuadas, pone énfasis en las sílabas, las eses suenan como susurros. Explica que pese a que las tiendas han estado cerradas su equipo ha trabajado sin desmayo. El balance es como la resonancia magnética, se ve todo, nada se puede esconder. Adriana no es de las del disimulo. Su empresa, que cotiza en Bolsa, no puede andarse con paños calientes. No está la cosa para imposturas ni risitas. Ojalá podamos verla pronto con la sonrisa limpia, sin arrugas, aunque bellas.

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