Ourense de ayer

El hábito como vestimenta

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No nos vamos a referir al uso de hábitos de cofradías, o de congregaciones religiosas, procesionales, etc., sino a aquellos que vestían muchas personas con motivo del ofrecimiento a algún santo, por algo relacionado casi siempre con algún problema de salud propia o de algún allegado.

Quiero dejar constancia del debido respeto con que sobre el tema escribo estas líneas. Lo hago solo desde la perspectiva de los cambios tradicionales habidos en la sociedad a través del tiempo, en que casi ha desaparecido su uso y costumbre. Hoy creo que nos causaría extrañeza ver por la calle personas seglares luciendo alguna de esas vestimentas, antaño tan frecuentes.

Había quienes lo llevaban temporalmente, durante el periodo de un año que era con normalidad la duración del ofrecimiento, siendo de un color u otro, según el matiz del manto, u oficialidad del tono de la virgen o santo a quien se veneraba y estaba ofrecido. Por ejemplo, cuando se trataba de un problema de vista, el hábito era rojo con una cinta de seda verde colgando de la cintura, que correspondía a Santa Lucia, patrona de la luz.

Había otras promesas que iremos describiendo incluso para portar la vestimenta durante toda la vida, que naturalmente hipotecaban para siempre cualquier otra manera de vestir, si se era fiel a lo prometido. Ocurría además una curiosa situación, y era que las personas portadoras de un hábito, por el hecho de llevarlo, no estaba bien vista su presencia en espectáculos públicos, cines, etc... hasta incluso deportivos.

Estas respetables costumbres estaban muy patentes en la ancestral Galicia, y Ourense no se sustraía, habiendo sido una ciudad con bastante fervor hacia el tema, con lo que era muy frecuente cruzarnos por la calle con personas, laicas se entiende, vistiendo de acuerdo con una decisión penitencial durante un periodo de su vida. La usanza sin embargo fue a menos, comenzando a menguar más o menos por 1965, en que fue dejando de ser usual, acabando por desaparecer.

El formato de la vestimenta era similar en los fieles que tomaban la decisión, variando el color, según la diversidad de ofrecimientos. En las mujeres consistía en un sencillo vestido no demasiado ajustado y sin ostentaciones, con longitud hasta media pantorrilla, y una cinta ancha colgada desde la cintura; además era de rigor que el vestido fuese de manga larga portando una insignia en el pecho indicativa de la divisa del santo de su devoción.

En el varón, el hábito solo se hacía patente en la camisa del color determinado, y con un cordón de calabrote con borlas de tocón colgando del cuello. No vamos a relacionar aquí los más significativos, porque seguramente no se catalogarían por rango de importancia, sino por una devoción sacra muy particular de cada cual. Pero sí me acuerdo que los que más se veían, al menos por las calles ourensanas eran los morados, que correspondan a la devoción por Cristo Jesús.

La Virgen de la Soledad, las Angustias, el Carmen eran otros, aunque poco frecuentes en el ámbito local. Naturalmente que estas ofrendas eran voluntariamente acordadas con plena aceptación. Salvo el popular sambenito, seguramente uno de los más antiguos, cuya historia se remonta a principios de la Edad Media 

Para los curiosos, pues hay quien tal vez no conoce de donde viene eso de “a ese le colgaron un Sambenito”, este era también un hábito, pero impuesto autoritariamente a quienes habían cometido “pecados públicos” (no sé muy bien a qué tipo de pecados se referían, pero bueno, dejémoslo ahí), suponiendo claro está, un motivo de burla hacia quienes obligatoriamente tenían que llevarlo durante el tiempo de pena eclesiástica y gubernamental impuesta. Ya para empezar era una bata de color amarillo, con una cruz aspada de color negro, pintada en pecho y espalda para que se notase bien, invitando a la mofa por parte de quienes le veían, ya que se presuponía que algo relacionado con “el pecado” había hecho.

La vestimenta era “unisex”, y habría de llevarse obligatoriamente todo el tiempo que durase la condena. Frecuentemente colgaban en las fachadas de los centros públicos alguna indumentaria de éstas, a modo de aviso persuasivo, a quienes se viesen tentados a la comisión de un “desliz pecaminoso”.

Nuestra ciudad, seguro que no estaría libre de aquellas circunstancias, aunque no dispongo de datos, pero opino pensando en que la etimología de la palabra “sambenito”, se mantuvo en el tiempo hasta nuestros días, por algo sería.

He incluido entonces, el sambenito en la diversidad de hábitos porque, aunque pareciendo que nada tienen que ver, incluso dando la sensación de ser antagónico, era una vestimenta de penitente; salvo que, en vez de voluntario de la persona devota a una causa, era una imposición por castigo, puesta en práctica incluso un siglo antes de la Inquisición, en cuyo periodo se hizo, eso sí, más usual, y muchas veces llevado hasta consecuencias funestas.

Pero a dichas consecuencias no vamos a hacer referencia, porque no vienen al caso en este artículo, en el que nos hemos limitado a hablar de los hábitos desde el punto de vista de un peculiar modo de vestir, voluntario o impuesto, cuyo vigor se ha diluido durante la primera mitad del siglo pasado. A día de hoy resulta casi hasta difícil de explicar, al haber sido una costumbre si bien arraigada en la Edad Media y también contemporánea, se difuminó en el transcurso de unos pocos años, conservándose únicamente su uso en congregaciones religiosas o procesionales.

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